Con disciplina, usted podrá predecir mejor que los expertos

¿Acaso alguien sabe jugar este juego?

Tres tercios de los fondos mutuos de acciones estadounidenses no han superado el desempeño del mercado durante la última década. El año pasado, 98% de los economistas proyectó un alza de las tasas de interés en Estados Unidos, pero en realidad cayeron. La mayoría de los analistas de energía no previó el colapso del precio del petróleo de US$145 el barril en 2008 a US$38 el barril hace unos meses, ni el repunte de 15% desde entonces.

Un nuevo libro sugiere que a los amateurs les podría ir mejor que a los expertos, siempre y cuando sigan algunas directrices.

Opino que el libro de Philip Tetlock y el periodista Dan Gardner Superforecasting: The Art and Science of Prediction (algo así como Superpronosticación: el arte y la ciencia de la predicción) es la obra más importante que se ha escrito sobre la toma de decisiones desde Pensar rápido, Pensar despacio, del premio Nobel de Economía Daniel Kahneman. (Ayudé a escribir y editar el libro de Kahneman, pero no recibí ninguna regalía a cambio).

El propio Kahneman concuerda. “Es un manual sobre cómo pensar en forma sistemática en el mundo real”, me comentó. “Este libro muestra que bajo las circunstancias adecuadas la gente común y corriente es capaz de mejorar su criterio lo suficiente para derrotar a los profesionales en su propio juego”.

El libro es muy poderoso porque Tetlock, psicólogo y profesor de gestión de la Escuela Wharton de la Universidad de Pensilvania, dispone de un tesoro de información. Acaba de terminar la primera etapa del denominado Proyecto del Buen Criterio, en el que 20.000 pronosticadores amateur compiten con algunos de los mayores expertos del mundo.

Ganaron los amateurs, por goleada. Sus previsiones fueron correctas más a menudo y la confianza en sus proyecciones, medida por las probabilidades que asignaron a acertar, fue más precisa.

Los que se ubicaron en el 2% superior, a quienes Tetlock llama “superpronosticadores”, poseen una inteligencia por sobre el promedio, pero distan de ser genios. Muchos son matemáticos, científicos o ingenieros de software, pero también había un farmacéutico, un instructor de Pilates, un empleado del departamento de bienestar del estado de Pensilvania y un entrenador canadiense de hockey subacuático.

Los predictores compitieron en Internet contra otros cuatro equipos y contra expertos en inteligencia del gobierno estadounidense respondiendo casi 500 preguntas en el transcurso de prácticamente cuatro años. ¿Se exiliará el presidente de Túnez el próximo mes? ¿Superará la cotización del oro los US$1.850 el 30 de septiembre de 2011? ¿Acordará la OPEP un recorte de la producción de crudo antes o durante su reunión de noviembre de 2014?

Después de aplicar rigurosos controles estadísticos, los mejores predictores aficionados fueron, en promedio, 30% más certeros que los expertos que tenían acceso a información confidencial. No sólo eso. El total del grupo de los amateurs superó el desempeño del grupo de expertos.

Las personas más cuidadosas, curiosas, de mentalidad abierta, persistentes y autocríticas —virtudes evaluadas por una serie de pruebas psicológicas— fueron las mejores. “Lo que uno piensa es mucho menos importante que cómo uno piensa”, sentencia Tetlock. Los superpronosticadores consideran sus opiniones “como hipótesis que deben ser probadas, no como tesoros que deben ser resguardados”.

La mayoría de los expertos, al igual que la mayoría de la gente, “llega a una conclusión con demasiada rapidez y cambian de parecer con demasiada lentitud”, explica. A los expertos, además, no sólo se les paga para acertar, sino también que para exhibir certeza: demostrar arrogancia a pesar de que la evidencia es escasa o ambigua.

El objetivo de la iniciativa era obligar a los predictores “a ser despiadadamente honestos acerca de por qué piensan lo que piensan”, enfatiza Tetlock.

En primer lugar, los participantes recibieron materiales de capacitación que explicaban los fundamentos de las probabilidades en un mundo incierto. Luego, se les pidió que buscaran información que pudiera refutar sus presunciones, y hacerlos cambiar de idea, modificando sus proyecciones a medida que surgen nuevas evidencias.

Un pronosticador escribió un programa de software que clasificó sus fuentes de noticias y opinión en línea por ideología, tema y origen geográfico y luego le indicaba qué material leer para obtener los puntos de vista más diversos.

Después de cada desenlace, los superpredictores analizaron no sólo si sus previsiones habían acertado, sino también si su razonamiento era correcto y las probabilidades que habían asignado eran demasiado altas o bajas.

Warren Hatch, analista de McAlinden Research Partners, una firma de investigación sobre inversión de Nueva York, cuenta que aprendió que “solamente porque uno sabe mucho acerca de algo no quiere decir que serás un buen pronosticador en esa área”. Reconoce que darse cuenta de que “fallé en casi todas” las preguntas estrechamente relacionadas con las finanzas lo ayudó a ser más “humilde”.

Joshua Frankel, un cineasta y director de ópera de Brooklyn, Nueva York, dice que la competencia le enseñó “a mirar el mundo de una manera menos binaria, pensar mucho más en términos de probabilidades”.

Si le interesa cultivar estas destrezas puede visitar GJOpen.com y sumarse a la próxima ronda del torneo. También puede tratar de refinar su manera de pensar.

Empiece al concentrarse en la “tasa base”, es decir la experiencia histórica promedio. Si considera que es una buena idea invertir en una salida a bolsa, no se sumerja en los detalles de si esta empresa está destinada a ser la próxima Google. En lugar de ello, parta de la suposición de que igualará los retornos de un debut bursátil promedio, que en EE.UU. se ubica entre dos y tres puntos porcentuales por debajo del mercado a largo plazo.

Luego, pregúntese que es lo que la empresa tiene que hacer para superar ese promedio por, digamos, cuatro puntos porcentuales al año, lo suficiente para derrotar al mercado. Elabore una lista con todas las compañías que lo han hecho y busque un denominador común. ¿Acaso esta salida a bolsa tiene los mismos vientos a su favor? Escriba sus justificaciones en detalle y asigne una probabilidad numérica, con la mayor precisión posible, de que acertará.

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