El auge y potencial caída de la economía del talento

El talento se ha convertido en el activo competitivo crucial en nuestra economía basada en la información y el conocimiento. Ahora, los expertos están cuestionando algunos de los efectos secundarios de la economía del talento.

Roger Martin es profesor y ex decano de la Escuela de Administración Rotman de la Universidad de Toronto. Ha sido un fuerte promotor de la necesidad de transformar la educación empresarial, y enseñarles a los estudiantes a pensar holística y creativamente, para prepararlos mejor para manejar problemas complejos que encararán a través de sus carreras. Martin también es un escritor prolífico, con varios libros y artículos publicados.

Hace más o menos un año coescribió con su colega en Toronto Mihnea Moldoveanu un artículo interesante, titulado Capital vs Talent: the battle that’s Reshaping Business (algo así como Capital vs. Talento: la batalla que está transformando los negocios). Su tesis era que en nuestra economía emergente digital, el talento se ha convertido en el activo de competitividad clave para las empresas.

Hasta principios del siglo XX, la mayoría de las empresas estaban organizadas alrededor de sus activos físicos, como tierra, minerales o petróleo. Luego, los activos competitivos clave pasaron de los recursos naturales a las fábricas y equipos, ventas y distribución, y finanzas. Estos activos de capital les permitieron a empresas como IBM Corp., GM y Eastman Kodak Co. a alcanzar la escala necesaria para competir en su mercado local, Estados Unidos, y a nivel internacional.

Luego, a fines del siglo XX, las bases de la competencia volvieron a cambiar, y los activos físicos y de capital perdieron protagonismo. “Para la década del 2000, muchas de las 15 principales compañías del mundo por capitalización de mercado empezaron con cero o pocos activos físicos o financieros, incluyendo Microsoft, Cisco, Intel y Wal-Mart”, decía el artículo. “La gran mayoría dependía de los activos humanos superiores para sacar ventaja —grandes científicos de investigación, programadores inspirados, innovadores de productos— y activos de conocimiento: patentes, marcas, know-how, experiencia. En resumen: cada vez más frecuentemente, las compañías líderes dependían del talento”.

El cambio ha tenido un gran impacto en el panorama del empleo. Economistas como David Autor, del Instituto de Tecnología de Massachusetts, ha estado escribiendo sobre la creciente polarización del mercado laboral de EE.UU. En las últimas décadas, las exigencias a los trabajos especializados se han expandido considerablemente, con un ascenso continuo en la demanda de trabajadores con títulos universitarios para llenar esos trabajos. Los empleos de mano de obra barata también se han estado expandiendo, pero el crecimiento de los sueldos ha oscilado entre nulo y negativo. Y, especialmente desde 2000, las oportunidades de empleo y ganancias han estado cayendo para los trabajadores con habilidades intermedias.

La revolución de la Tecnología de la Información y la globalización están cambiando radicalmente el entorno empresarial, señala Martin y Moldoveanu, “desatando una guerra entre talento y capital por los ganancias de la economía sustentada en el conocimiento, y no parece tener fin”. La mano de obra baja y mediana está perdiendo en esta guerra entre el capital y el talento.

Con el capital ahora abundante y genérico, el talento se ha convertido en el activo eje de la economía del conocimiento, haciendo que el capital sea altamente dependiente de expertos talentosos para navegar nuestro entorno empresarial cada vez más complejo. Esto está impulsando los jugosos niveles de la remuneración de los altos mandos, especialmente de los presidentes ejecutivos, así como el pago de los profesionales altamente calificados en industrias como la de las finanzas, el entretenimiento, software y consultoría de estrategia.

Martin amplió el tema con la reciente publicación de The Rise (and Likely Fall) of the Talent Economy (algo así como El ascenso (y la probable caída) de la economía del talento) en la edición de octubre del Harvard Business Review. El artículo empieza con unos cuantas cifras de EE.UU. que ilustran el ascenso de la economía del talento en las recientes décadas.

Los empleos creativos, como posiciones que requieren un juicio independiente sustancial y toma de decisiones, conformaron 16% de todos los empleos en 1960, duplicándose a 33% para 2010. Hace 50 años, casi tres cuartos de las 50 principales empresas de EE.UU. por capitalización de mercado estaban involucradas principalmente con los recursos naturales. Todo esto empezó a cambiar con el ascenso de una nueva raza de compañías como IBM Corp., Eastman Kodak Co., Procter & Gamble y RCA, cuya ventaja competitiva clave eran sus empleados talentosos en trabajos creativos como investigación, ingeniería, marketing, ventas y finanzas.

“No es de sorprender que el talento se hizo más rico luego de que fue reconocido como el eje activo de la economía moderna”, escribió Martin. Además, “a las personas no les importa que seas rico si tú mismo produjiste ese dinero; lo que no les gusta es que heredes la riqueza. La prueba está en que la gran mayoría de los multimillonarios (en la lista de) Forbes hicieron solos sus fortunas”.

De todos modos, el artículo advierte que esta economía del talento podría estar en caída. La razón sería la mayor desigualdad.

Además, la economía se ha vuelto más volátil. Como lo subraya Martin en el blog del Harvard Business Review, hay en realidad dos economías: la real y la de los mercados de capital. “La economía real es aquella en que las empresas, personas y gobiernos reales compran y venden cosas reales a precios reales… En los mercados de capital, sin embargo, el valor de las acciones y los bonos no son directamente determinados por acciones y eventos económicos. Están impulsados por expectativas de acciones y eventos económicos futuros”.

Los fondos de cobertura hacen dinero a través de negociaciones frecuentes y algoritmos sofisticados. A diferencia de los inversionistas de largo plazo, los corredores usualmente sostienen posiciones por segundos, minutos o días en lugar de años. “De hecho, a los gerentes de fondos de cobertura no les importa si a las empresas en sus portafolios les va bien o mal, solo quieren precios de acciones volátiles. Es más, quieren que la volatilidad sea extrema: mientras más se muevan los precios, ya sea hacia arriba o hacia abajo, mayor el potencial de ganancia en su interés devengado. No son como sus predecesores, inversionistas de largo plazo que querían que las empresas tuvieran éxito”.

A Martin le preocupa que debido a que el talento ejecutivo es principalmente recompensado en acciones, sus incentivos provendrían más de moldear y manipular las expectativas de sus acciones que de mejorar el verdadero desempeño de sus compañías creando productos, servicios y empleos.

“En un país capitalista y democrático, no es sostenible dejar que los miembros del grupo de votantes más grande fuera de la ecuación económica”, advierte, y propone tres acciones clave:

-El talento debe mostrar autocontrol y reducir sus demandas financieras.

-Los inversionistas deben priorizar la creación de valor, particularmente los fondos de pensiones grandes y los fondos soberanos.

-El gobierno debe intervenir a tiempo, y limitar las compensaciones excesivas del 1% superior antes de que una agenda más radical contraria al talento pone en peligro las capacidades de emprendimiento.

Sus propuestas podrían parecer irreales dado el ambiente político actual de Estados Unidos. Pero el futuro es altamente impredecible, especialmente en un ambiente económico en el que una generación de trabajadores enfrenta el subempleo y un estancamiento de los salarios. “A menos que participantes clave trabajen juntos para corregir lo que está causando el desequilibrio actual, el 99% votará a favor de rebalancear las cosas radicalmente a su favor”.

Fuente:

El auge y potencial caída de la economía del talento

http://lat.wsj.com