Solucionar problemas = Inteligencia


“Me encontré con seis hombres honestos y serviciales. Ellos me enseñaron todo lo que sé. Sus nombres eran: Quién, Qué y Por qué; Dónde, Cuándo y Cómo”. Rudyard Kipling

Los seres humanos hemos sido dotados con las facultades y talentos necesarios para superar y solucionar los obstáculos o retos. Los comúnmente llamados problemas. De ahí surge la experticia que se requiere para ir progresando en la vida. Es la clara definición de inteligencia: la habilidad para solucionar problemas. Se dice que cuando las personas son exitosas en los diferentes campos y se les reconoce muy bien su trabajo, se debe a que son “solucionadores de problemas”. Un grado más elevado en la resolución de los problemas es la sabiduría, entendida como el uso correcto del conocimiento para poder tomar la decisión adecuada.

Solucionar un problema de forma adecuada y eficaz requiere cuatro pasos ordenados y necesarios:

1. El problema: es necesario definirlo, formularlo con claridad, identificarlo, ir al núcleo. Es obligatorio escribirlo. Si no se hace, simplemente seguirá rumiando en nuestra mente y no sabremos que es lo que nos inquieta. Nuestro cerebro se ve lleno de estas sensaciones continuamente. Debemos cuestionarnos acerca de: ¿Cuál? ¿Qué? problema me aqueja. Se dice que un problema una vez definido e identificado, se ha solucionado en un 60% a 70%.

2. Causas: determinar cuáles son los orígenes, las razones, los antecedentes. El diagnóstico, de dónde surgió. Es preguntarnos el ¿Por qué? e irnos en el tiempo hacia atrás. Es un proceso racional de pensamiento, de recordación, de memoria.

3. Soluciones: son las múltiples opciones dentro de una lluvia de ideas para encontrar la solución. Es utilizar el pensamiento tradicional, pero también el pensamiento lateral, el que se basa en la creatividad y la imaginación. Es sin duda una forma de abrir la mente en su máxima expresión. Al buscar soluciones y trasladarnos al futuro encontramos el ¿Para qué? Las respuestas dependen de lo que cada persona decida, su nivel de motivación y sentido de vida, del objetivo, de la meta.

4. La mejor solución: escritas y analizadas las soluciones se debe escoger la mejor solución. La que esperamos nos genere los mejores resultados. No hay certeza de que suceda al ciento por ciento. Siempre hay incertidumbre o riesgo. Simplemente, el futuro no lo podemos medir con exactitud. La mejor solución nos traslada a la acción; pues sin esta, nada sucederá. En esta etapa identificamos preguntas claves como: ¿Cuándo?, ¿Cómo?, ¿Dónde?.

Ante los múltiples retos que a diario enfrentamos, los problemas tienen categorías. Unos son muy sencillos, otros más complejos. Si somos solucionadores de problemas de escala diez, un problema de escala cinco será tan fácil como cepillar nuestros dientes. Lo ideal es llegar a los máximos niveles de solución con un método establecido y comprobado. A través de estrategias y tácticas, buen análisis, y sobre todo, tiempo para pensar, así como sentarnos y escribir los problemas complejos, habremos dado un paso enorme y creado un excelente hábito.

¿Si el problema tiene o no solución por qué preocuparnos? Tenemos las capacidades necesarias para superar cualquier reto de la vida, por duro que parezca.

Fuente imagen: Freedigital by Ratch0013

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