Elabora tu lista con criterio. Es tentador poner en la parte superior las cosas más fáciles e ir escribiendo lo que menos te apetece, pero así solo conseguirás ineficiencia. Construye tu lista de la manera que lo más global vaya al principio y lo más concreto al final. Puede que incluso algunas tareas del final queden cubiertas por las tareas del principio.
Si eres de esas personas que te pasas el día ocupado (como todos) hay un 99% de probabilidad de que no termines todo lo que hay en la lista, incluso si la organizaste bien.
¿Qué sucede con las tareas a las que no llegas? Tienes tres opciones:
Posponer: Lo que no terminaste ayer, acaba de pasar a la lista de hoy, ¿no? A veces eso está bien, pero hay que tener cuidado. Si vuelcas demasiadas cosas de un día para otro, al final no harás más que acumular y esto no es eficiente.
Delegar: Todavía tienes algunas cosas más por hacer, pero al revisar tu lista te das cuenta de que no puedes ser la persona que lo haga todo. Es el momento de delegar.
Eliminar: Si has probado posponer y aún así no llegas o si delegar no es buena opción, simplemente no cuentes con hacerlo y elimínalo de la lista. La clave está en detectar qué tareas son innecesarias y borrar las que más tiempo estén consumiendo.
¿Cómo? Haz que tus estrategias y prioridades luchen entre sí y divide esa lista en tres prioridades. Solo tres. De está manera te sentirás más motivado que si te enfrentas a una lista de siete cosas por hacer.
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