Existen muchas investigaciones que han logrado establecer la correlación entre ciertas características sociodemográficas y el comportamiento que las personas tienen en términos económicos.
Las más consistentes y recurrentes son las siguientes:
1. Género: las mujeres, como inversionistas, tienden a preferir menos riesgo que los hombres. Su aversión al riesgo en términos generales es mayor, lo que las convierte en inversionistas más conservadores. Esta condición es explicada desde factores muy diversos como psicosociales o económicos. En muchos casos, se explica por el papel que juega en garantizar la seguridad de los hijos. Existen estudios que muestran que la mujer es la tomadora de decisión fundamental en las acciones de ahorro o inversión de las familias, particularmente, las relacionadas con los hijos.
2. Estado civil: las personas solteras, a su vez, tienden a tomar más frecuentemente riesgos financieros en comparación con las personas casadas o en una relación permanente. Ello es fácilmente explicable, ya que las personas casadas asumen un rol de responsables de un patrimonio colectivo (familiar) y no ya de forma exclusiva del bienestar personal.
3. Edad: las personas más jóvenes tienden a ser más arriesgadas en términos financieros que las de mayor edad. Esto tiene dos enfoques, uno asociado a la experiencia: entre más conozco y más experiencias tengo, más cauto me vuelvo, y otro derivado de la percepción del tiempo que me queda para realizar los proyectos económicos de vida.
4. Nivel educativo: existe una relación directa entre el nivel de estudios alcanzado y la proclividad al riesgo. Las personas con nivel de estudios de posgrado tienden a ser financieramente más arriesgadas que las personas con educación preparatoria o incluso universitaria. Ello, podría suponerse, se deriva de que un mayor nivel de educación automáticamente está asociado con un mayor nivel de ingreso y, consecuentemente, a una menor preocupación por un presupuesto familiar o personal demasiado justo; sin embargo, la evidencia muestra que, a similares niveles de ingreso, el nivel educativo sí genera diferencias en el comportamiento de riesgo financiero.
5. Conocimiento financiero: existe evidencia de que, entre más saben (o creen saber) sobre temas financieros, las personas tienden a tomar decisiones de mayor riesgo. Es evidente que, en cierto tipo de inversiones, un mayor riesgo manejado de manera adecuada es necesario y favorable para aumentar la rentabilidad de una inversión. Sin embargo, de acuerdo con las investigaciones, existe una tendencia a sobrevalorar el conocimiento propio y ello puede llevar a un crecimiento del riesgo que no está necesariamente vinculado con un crecimiento correlacionado de la expectativa de retorno de inversión.
Se trata de conclusiones que generalizan el resultado de estudios hechos entre poblaciones de diferentes países, mediante metodologías de análisis diversas. Pero los resultados aquí comentados son coincidentes en general.
Ello, por supuesto, no quiere decir que es imposible encontrar hombres jóvenes, solteros, sin educación superior que sean muy conservadores en sus decisiones financieras o que no existan mujeres casadas, de edad adulta, con maestría, que son muy arriesgadas en cuanto a su patrimonio personal (dése una vuelta por algún casino en México y encontrará muchos casos que contradicen estas reglas).
Nuestra conducta financiera está siempre condicionada por quienes somos. Si entendemos por qué decidimos en uno u otro sentido, podremos tratar de aislar los factores que nos impiden actuar de la forma que más nos conviene.
Autor: Raúl Martínez Solares, politólogo, mercadólogo y especialista en economía conductual.
Fuente: www.bancaynegocios.com
El efecto de la conducta sobre nuestras finanzas