F. Scott Fitzgerald no tenía la razón del todo. Las personas muy ricas son distintas a usted y a mí, pero no mucho.
Un nuevo estudio ofrece una mirada integral sobre los portafolios y decisiones de inversión de varios cientos de las familias más ricas de Estados Unidos. Cada inversionistas, rico o no, puede aprender de la forma en que estas personas aprovechan al máximo sus ventajas, y de la forma en que se equivocan.
Estos hogares, con un patrimonio neto de unos US$90 millones, invierten, en su mayor parte, de forma inteligente: esparcen sus apuestas ampliamente, rara vez hacen transacciones y mantienen sus impuestos de inversión al mínimo.
Un nuevo estudio sugiere que los ricos no negocian acciones con mucha frecuencia.
Pero los súper ricos también cometen errores de principiantes. Sus enfoques ante la diversificación quizás no sean los ideales. Persiguen las modas pasajeras de inversión como perros que van detrás de autos estacionados. Se paralizan con temor justo cuando es más probable que la valentía sea recompensada.
Tres economistas —Enrichetta Ravina, de la Escuela de Negocios de Columbia; Luis Viceira, de la Escuela de Negocios de Harvard; e Ingo Walter, de la Escuela de Negocios Stern de la Universidad de Nueva York— analizaron los activos y las operaciones de más de 260 familias ultra ricas entre 2000 y 2009. Los datos provinieron de una empresa privada no identificada que consolida información de cuentas para los adinerados.
¿Qué hicieron bien estos inversionistas ricos?
Primero, sacaron el máximo provecho de sus «ventajas comparativas», o de sus fortalezas únicas: tienen acceso a inversiones privilegiadas y pueden comprometer mucho dinero durante un tiempo prolongado. Los ultra ricos conservan alrededor de 20% de sus activos en fondos de cobertura y varias formas de private equity, gran parte en «inversiones ángel», o empresas nuevas a las que les proveen tanto capital como asesoría en administración a cambio de retornos potencialmente más altos.
Y los más ricos «no rotan mucho sus portafolios», afirma Ravina, quien encabezó el estudio. Rara vez hacen corretaje, aunque están más dispuestos que los inversionistas regulares a incorporar pérdidas con propósitos impositivos.
Quizás eso se deba a que, con un promedio de seis asesores cada uno, siempre tienen a quien culpar por la pérdida, lo que los vuelve menos renuentes a admitir un error.
Sin embargo, los ricos no hace todo bien.
A comienzos de 2001, estas familias adineradas tenían un magro 0,01% de su patrimonio total en los complejos instrumentos conocidos como valores respaldados por hipotecas. Pero los ricos «buscaban retornos, y los valores respaldados por hipotecas parecían ser exitosos en ese momento, así que los compraron», dice Ravina.
En el primer semestre de 2007, los valores respaldados por hipotecas representaron más de 2,3% del patrimonio total de las familias. Algunas de estas inversiones de moda resultaron ser riesgosas. El índice Barclays , una medida de un segmento de ese mercado, perdió 36% en 2008.
«Es peligroso seguir las modas si no puedes dar marchas atrás a tiempo cuando la moda cambia», sostiene Ravina. Para comienzos de 2009, las familias ricas tenían sólo 0,6% de esos valores.
El portafolio típico en el estudio contiene casi 120 acciones individuales, más de dos decenas de fondos de inversión, fondos que cotizan en bolsa y similares. Ravina cree que al tener tantas posiciones, los adinerados consiguen la flexibilidad para incorporar ganancias y pérdidas, y por lo tanto minimizar sus impuestos.
Pero también es posible que al tener tantos valores, los ricos incurran en costos excesivos, y desperdicien parte de la ventaja informativa que podrían obtener a través de sus redes sociales y de negocios.
Podrían beneficiarse al colocar la mayor parte de su dinero en un fondo indexado que incluya todas las empresas en un promedio amplio del mercado y el resto en un puñado de empresas que conocen bien.
Los ricos también ajustan el equilibrio, al recortar activos que han subido y fortalecer posiciones que han caído. Pero no son lo suficientemente consistentes.
Los adinerados «son buenos para ajustar la balanza cuando es fácil, pero no lo hicieron cuando fue difícil», dice Ravina. «Son humanos, como todos nosotros. Durante la crisis financiera, la mayoría simplemente quedó paralizada».
El portafolio total en acciones en manos de las familias ricas cayó de US$8.000 millones a mediados de 2008 a US$3.000 millones en marzo de 2009, considerablemente peor que la caída de 36% en el mercado bursátil general durante el mismo período.
Si hubieran vendido algunos bonos y otros activos para comprar acciones cuando cayó el mercado, las familias hubieran incrementado su patrimonio en más de US$500 millones para marzo de 2009, estima Ravina.
Usted, también, debería pensar en cuál es su ventaja comparativa como inversionista. No es probable que la mayoría de los individuos gane una ventaja al tratar de superar a Wall Street en su propio juego de corretaje rápido y medición constante de los retornos en relación al mercado indexado.
Es mejor hacer lo que Wall Street no puede: cultivar la paciencia, vender y comprar valores con la menor frecuencia posible, concentrándose sólo en esas compañías poco corrientes sobre las que podría saber algo que los demás no saben, y, finalmente, ajustando el equilibrio cuando es más difícil.
Eso podría significar reducir acciones un poco en momentos en que otras personas están más tentadas a comprarlas.
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