Este campesino de Pasca (Cundinamarca) es realmente de “ruana”, no protesta por capricho, lo hace porque la crisis del agro lo tiene al borde de la quiebra, a tal punto que dice que está en riesgo de perder su parcela.
José Ramiro Gómez es productor de papa y leche, principalmente. Está apoyando el paro nacional agrario porque los precios de los insumos, la importación de productos, el contrabando, entre otros problemas, lo está golpeando fuertemente y la situación económica de su familia está lejos de recuperarse.
Desde los 10 años empezó a trabajar en el campo con su padre y ese fue el legado con el que logró sacar adelante su familia. “Iniciamos el trabajo agrícola con mi familia, cultivando papa, en esa región se cultiva papa, hay ganadería, arveja, tomate, pero especialmente la papa”, cuenta Gómez.
Él reconoce que han vivido épocas de bonanza, pero desde hace unos años con la entrada en furor de acuerdos comerciales –dice- “nuestro trabajo se ha venido haciendo con grandes dificultades, pero en este momento se nos ha agravado la situación con la firma de los TLC, la importación de alimentos de otros países de productos como la papa, café, leche y los altos precios de los insumos”.
La parcela de José Ramiro debe dar para sostener a su esposa, tres hijos y un nieto, pero en “estos tiempos se vive muy mal, mis hijos algunos que terminaron el bachillerato no han podido ir a la universidad, a pesar de que queda como a una hora de distancia, pero desafortunadamente los costos son muy altos y la economía de nuestro trabajo no da para la educación de nuestros hijos”.
Cuenta que antes de esta crisis “se podía sobrevivir sin preocupaciones”, pero ahora sus problemas se traducen en los altos costos de insumos como los fungicidas y los abonos, que antes eran más económicos, además de los precios de la papa y de la leche que eran mejores.
“Uno aseguraba una cosecha porque es que nosotros aquí en Colombia no perdemos sólo por precios, sino también por el clima, hay muchas plagas como gusano blanco y polilla guatemalteca, que lo que se dice es que fue traída de Guatemala para acabar con nuestros productos”, señala.
José Ramiro vende 40 litros de leche, semanalmente recibe $200.000 con lo que debe alimentar a los 6 miembros de su familia, pagar servicios, abonar a la cuota de los $80 millones que le adeuda al Banco Agrario, pagar insumos, semillas, a veces obreros, entre otros gastos que tiene la siembra y su familia.
El litro de leche, cuenta este campesino, la vendían a $800 y ahora a $700, y se prevé que siga bajando. “En otros países todo es subsidiado, puede adquirir y vender sus alimentos mucho más económicos, mientras en Colombia no tenemos esas garantías por parte del Gobierno”, explica.
De la papa dice que no está ganando nada: “Lo que me está dejando son pérdidas”, por eso le ha tocado hasta recurrir a vender parte de su ganado para poder atender las necesidades de su familia.
Cuando estaba en una mejor época, se aseguraba una carga de papa a $70 mil y hasta $100 mil, “o sea que sí podíamos pagar la deuda a los bancos, vestir y educar a nuestros hijos, pero en este momento la verdad es que en todo se ha fracasado, se podría trabajar y vivir de una manera más digna”, asegura.
Pero en este momento, un bulto de papa se está vendiendo en $30 o $35 mil y el abono vale $80 mil. Gómez reclama que por parte del Gobierno no tienen ninguna asistencia técnica, “los campesinos estamos cultivando a la tolondra porque empleamos ciertos abonos que de pronto la tierra no los asimila, la producción no es la mejor”.
Agrega que están comprándoles unas semillas al ICA a muy altos costos, aunque por medio de una asociación de agricultores las están adquiriendo a precios más asequibles. Sin embargo, sostiene que “se han venido endeudando con los bancos, especial con el Banco Agrario. Uno invierte en abonos, semilla, fungicidas, pero no hay un control en los abonos, no tenemos ningún subsidio por parte del Gobierno, no hay ayuda, nos están haciendo un mal con las comida que llega del exterior”.
Su clamor lo repite una y otra vez: “Ya no aguantamos más, nos están embargando las fincas, nos están sacando de nuestras casas por las deudas, los bancos se quedan con las finca, engruesamos la fila de desempleados en el caso urbano, entonces nos vimos en la necesidad de organizarnos en todo el país”.
Según José Ramiro, para sembrar un bulto de papa, que contiene 4 arrobas, se necesita tener aproximadamente $500 mil como mínimo, “eso es demasiado costoso, si uno cultiva 20 bultos son unos $10 millones, no estamos sacando el producido de la inversión”.
Y concluye que es más difícil si se tiene en cuenta que “hay que comprar el empaque, transportarlo, pagar flete, sale muy costos y no da ganancias y dejamos la cosecha enterrada y no la sacamos, ahora estamos viviendo de la botellita de leche a $700”.
La cadena de venta, según los campesinos
– “Llevamos el producto a la plaza de mercado, ahí hay un intermediario que nos paga a lo que quiere, normalmente a $20 mil”.
– “El intermediario vende el bulto a $50 mil, ganado casi el doble, entonces a último momento el intermediario es el que está ganando y los afectados son los consumidores que tienen que pagar precios más altos».
– “Lo de los intermediarios funciona así: Va un carro de una empresa pasteurizadora de Fusagasugá, nos compra la leche, manda un carro a las fincas, ahí la vende a $700 el litro, luego la llevan a sus destinos y la venden al doble, es decir que la botella está costando $1.000 y $1.100”.
Fuente:
La crisis en boca de los campesinos