Lo malo ahora es bueno.
La semana pasada, Tiffany & Co. anunció que sus ganancias trimestrales habían quedado un centavo por acción por debajo de las expectativas de Wall Street y que las ganancias del año completo serían de entre 10 y 15 centavos menos por título que lo que había indicado anteriormente el minorista de lujo. La acción subió de inmediato 7%.
Unos días más tarde, Joy Global, fabricante de maquinaria minera, anunció que sus ganancias del trimestre quedaron seis centavos por debajo de la predicción promedio en Wall Street y que los ingresos en 2013 no registrarían cambios o caerían ligeramente. La acción cerró con un alza de casi 3%.
Cuando las empresas no cumplen con las expectativas de Wall Street, los precios de sus acciones suelen tambalearse.
Pero, ¿según qué lógica retorcida, entonces, los malos resultados se convirtieron en buenas noticias para los precios de los títulos bursátiles?
«Lo que escuché de varios analistas e inversionistas», cuenta Mark Aaron, director de relaciones con los inversionistas de Tiffany’s, «fue que están aliviados de que el trimestre no fuera peor y que no redujéramos las previsiones para el año más de lo que lo hicimos».
Ejecutivos de Joy no estuvieron disponibles para hacer comentarios, pero «los inversionistas estaban esperando recibir las malas noticias detrás», explica Andy Kaplowitz, un analista de Barclays Capital que sigue la compañía. «Los inversionistas sabían que el trimestre podía ser complicado, y ya tenían expectativas más realistas que el consenso en Wall Street. Así que es una racha de alivio».
Wall Street solía tener sólo «la cifra», el promedio oficial o consenso de todos los analistas que siguen una acción. Luego llegó la «cifra suspirada», el número que una empresa sugería que podría ganar. Ahora, parece, Wall Street tiene la «cifra de la preocupación», un valor que refleja los peores temores de los inversionistas de que tanto los analistas como la compañía podrían estar pintando un panorama demasiado positivo en una economía con problemas.
La típica compañía ha tenido tanta eficacia para poner paños fríos sobre las esperanzas de analistas e inversionistas que ha logrado superar el consenso del pronóstico de ganancias. Este es el trimestre número 13 en los últimos 14 trimestres en el cual al menos dos tercios de los miembros del índice S&P 500 superaron la previsión oficial, según Bianco Research.
Seguro, algunas acciones de todos modos fueron vapuleadas tras reportar una ganancia menor a la prevista: nueve miembros del S&P perdieron al menos 10% en un día cuando no cumplieron con su meta este trimestre.
Pero en promedio, las sorpresas negativas sobre ganancias han tenido menos impacto que el habitual. Según Birinyi Associates, los 109 títulos en el S&P 500 que no alcanzaron las expectativas oficiales este trimestre perdieron 2,2% al día siguiente, un descenso frente a un retroceso de 3% en el segundo trimestre y una caída de 4,7% en el tercer trimestre de 2011. El promedio a largo plazo es una pérdida de 2,5%.
Es como si las empresas se hubieran quedado por debajo de la cifra oficial pero hubiesen superado la cifra de la preocupación, por lo que los malos resultados lucen mejor de lo que los inversionistas temían en secreto.
Nuevas investigaciones de un equipo de neurocientíficos de la Universidad de Emory muestran que los estudiantes de escuelas de negocios que invierten en acciones y que debieron afrontar sorpresas negativas sobre las ganancias experimentaron una marcada caída en la actividad en una zona del cerebro que responde a las recompensas. (Los inversionistas se enteraron del desempeño de las acciones cuando sus cerebros eran monitoreados dentro de un gran escáner magnético).
Los organizadores descubrieron que lo que determina cómo responde el cerebro de un inversionista ante un informe de ganancias no es el tamaño de la pérdida o la ganancia de la empresa, sino si es mejor o peor a lo previsto. Eso probablemente ocurre más allá de que la previsión sea establecida por el consenso de Wall Street o por la propia cifra de preocupación de un inversionista, afirma Jan Barton, uno de los autores del estudio de Emory.
Entonces, cuando los inversionistas prevén una caída severa, cualquier cosa que sea mejor —aunque siga siendo mala— causará una sensación positiva y sorprendente.
El truco no es tomarse esas «sorpresas» muy en serio.
Si tienen acciones de una empresa que reporta resultados negativos y cuyas acciones luego suben de precio, es agradable, pero no es motivo para celebrar.
Por otro lado, si la acción cae por resultados decepcionantes, pregúntese si las perspectivas de su negocio han cambiado.
Alterar su plan de inversión a largo plazo debido a un informe trimestral negativo tiene sentido sólo si hay buenos motivos para creer que la compañía ha sufrido un daño duradero.
Una forma simple de hacerle frente a una sorpresa es ensayar para recibirla. Sáquele mentalmente 25% al valor de cada acción que posee, luego pregúntese si estaría satisfecho al comprar más títulos al nuevo precio. Si la respuesta es sí, quizás no debería tener esos títulos.
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