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La Unión Europea quiere estudiar los corazones irrompibles

 

Un grupo de científicos españoles recibió 1,5 millones de euros para investigar el corazón de los peces cebra, capaces de regenerarse tras un tijeretazo o tras un «infarto» provocado por nitrógeno líquido a casi 200 grados bajo cero.

En Madrid, a cientos de kilómetros de la playa más cercana, es difícil estar rodeado por 15.000 peces, pero la bióloga Nadia Mercader se pasa así los días. Ella y su equipo son, literalmente, unos rompecorazones.

Es que, según publica el portal de noticias científicas, Materia, el Consejo Europeo de Investigación les acaba de conceder 1,5 millones de euros para que en los próximos cinco años destruyan el corazón de cientos de peces cebra de su acuario.

Sin embargo, la bióloga del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares (CNIC), tiene la conciencia muy tranquila. Los peces cebra, unos animales de unos cuatro centímetros con el cuerpo surcado por rayas, muestran un comportamiento prodigioso.

Al cortar la punta de su minúsculo corazón con unas tijeras, el órgano se vuelve a regenerar, incluso cuando son adultos. “Es una capacidad que se pierde en los mamíferos, pero se mantiene en el pez cebra”, explica Mercader.

Los peces con el corazón partido y regenerado viven el mismo tiempo que los ejemplares que no reciben el tijeretazo. En 2011, el grupo dio un paso más allá y mostró que los peces cebra también pueden sobreponerse a un infarto de miocardio brutal.

Los investigadores aplicaron nitrógeno líquido, a una temperatura cercana a 200 grados bajo cero, en el corazón de decenas de estos animales de laboratorio, originarios de países asiáticos como India y Pakistán. La herida generada, a la que Mercader llama “criolesión”, es lo más parecido a un infarto que se puede conseguir en un pez: las células mueren y se forma una cicatriz.

En el caso de un ataque al corazón de un ser humano, es un coágulo el que taponea la llegada de sangre a una zona del órgano, provocando la muerte del músculo.

El ataque cardiaco deja una cicatriz para siempre que dificulta el normal latido del corazón, dejándolo débil y susceptible a un fallo total. Según los datos de la Organización Mundial de la Salud, en 2008 murieron 17,3 millones de personas por un infarto, ya fuera cerebral o de miocardio.

Lo sorprendente es que, tras el falso infarto a base de nitrógeno líquido, el corazón del pez cebra es capaz de reabsorber la cicatriz y de regenerarse. “Al cabo de 130 días la lesión desaparece”, afirma la bióloga.

“Queremos entender cómo ocurre este proceso en la naturaleza y queremos copiarlo, con la idea de extrapolarlo en humanos a largo plazo”, señala Mercader.

Identificar los genes que permiten al pez cebra borrar la cicatriz de un infarto y regenerar su corazón permitiría intentar activar estos genes en ratones y en cerdos de laboratorio, con la vista puesta en futuras terapias para personas.

Un tratamiento para regenerar el corazón humano está todavía muy lejos, si es que alguna vez llega a existir, pero hay esperanza. A comienzos de este año científicos de EEUU consiguieron, mediante la inyección de un cóctel de sólo tres genes, reprogramar las células de las cicatrices generadas por infartos en ratones. Las cicatrices se convirtieron, parcialmente, en músculo saludable.

De momento, es sólo una prueba de concepto. “La teoría es que si sufres un infarto, durante la operación tu médico puede inyectar estos tres genes dentro del tejido de la cicatriz y convertirlo en músculo otra vez”, explicaba en un comunicado Todd Rosengart, cirujano del Colegio Baylor de Medicina, en Houston (EEUU).

Hace dos años, otro equipo de investigadores demostró que las crías de ratón podían regenerar su corazón tras una lesión. Los científicos, encabezados por el biólogo molecular Eric Olson, de la Universidad de Texas, amputaron el 15% del corazón de los ratones un día después de que nacieran. Tres semanas más tarde, el músculo del órgano se había recuperado. Los ratones habían construido corazón nuevo.

Sin embargo, esta capacidad desaparece en los mamíferos adultos. Una persona apenas puede recambiar cada año el 1% de las células de su músculo cardiaco, un ritmo insuficiente para reparar una lesión. Los seres humanos tenemos mucho que aprender de los peces cebra.

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La Unión Europea quiere estudiar los corazones irrompibles

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