En su nuevo libro, el psicólogo Leonard Sax acusa a los padres de tratar a sus hijos como iguales. Relacionarse con ellos como si fueran adultos crea individuos ansiosos, inseguros e intolerantes.
Adultos frágiles con egos engrandecidos, individuos intolerantes a la frustración, obesos y con dificultad de atención y concentración son algunos de los problemas que ha creado el estilo de crianza moderno. Este se caracteriza por padres que protegen a ultranza la autoestima de los pequeños, que desdibujan las líneas jerárquicas entre ellos y sus hijos y que los invitan constantemente a tomar decisiones sobre asuntos familiares, desde qué comer hasta dónde ir de vacaciones. Ese es a grandes rasgos el argumento del libro The Collapse of Parenting, escrito por el sicólogo Leonard Sax, autor de otras obras sobre el tema.
La idea de escribir el texto surgió después de ver muchas escenas como esta, en la que en un consultorio médico una madre le pregunta a su hija: “¿Quieres que el médico te mire la garganta?”. La niña, obviamente, contestó que no y el drama continuó por más de cinco minutos hasta que accedió a permitirlo, pero a cambio de una chocolatina que su madre le prometió como premio. Antes de 1970, el asunto se habría resuelto en segundos con una simple orden: “Abre la boca y di ¡ah!”, dice Sax.
Este tipo de conversación entre adultos y niños, que parece entre iguales, se ha vuelto común en las casas y colegios. Sax esgrime ese argumento para señalar que los padres han perdido autoridad y hoy parecen más grandes amigos que padres. Por eso, se les llama papás BFF, sigla de ‘Best friends forever’, que traduce mejores amigos para siempre.
Los papás colapsan en el oficio de criar cuando, para no polemizar con ellos, les dan rienda suelta a los hijos y les permiten de todo: comer pizza al almuerzo, irse a dormir a las once de la noche, ver televisión sin horario, no comer en familia. Todo esto sucede porque los padres están confundidos con su papel. “Hoy todo es una pregunta que lleva a que ellos tengan el poder de decisión: ¿crees que debes comer brócoli? o ¿piensas que es hora de ir a dormir?”.
Otra de las fallas de los padres de hoy, en opinión de Sax, es que les ruegan demasiado para que sus hijos hagan algo, como cuando les piden el favor de que se vayan a dormir, dejen de hacer ruido o los acompañen a una diligencia. Para Sax, pedir el favor es regalarles autoridad, algo que no se debe conceder. En un estilo de crianza sano una orden de los padres debería ser definitiva.
También se han equivocado en agrandar al extremo su ego y en proteger su autoestima. Aunque sus intenciones son buenas, esta medida ha resultado ser un tiro por la culata. “El peor consejo es que les digan ‘sueña y tus sueños se harán realidad’. Algo más acertado debería ser ‘trabaja para que tus sueños se cumplan’”. Exaltar a toda hora sus capacidades y no dejarlos fracasar produce que de adultos los hijos se sientan merecedores de todo, cuando la realidad es que la vida fuera del hogar es muy diferente. Esto lleva a que se frustren ante cualquier tropiezo en el camino. Por eso, la mejor manera de contrarrestar ese exceso de ego es, según el autor, enseñarles humildad, un valor que los llevará a aceptar las derrotas cuando lleguen.
Este estilo de crianza resultó del modelo autoritario de los padres de antaño. En un intento por rebelarse a esas tácticas duras en las que los niños no tenían ni voz ni voto, muchos papás de hoy, criados de esta manera, optaron por modelos democráticos que dan a sus hijos la opción de decidir, tener opinión y disentir. Si bien en algunas situaciones ellos pueden tomar una opción, como, por ejemplo, qué ropa ponerse, para Sax esto se ha llevado al extremo, pues en otras circunstancias los hijos no deben tener tantas prerrogativas. En el caso de la comida, por ejemplo, considera que no se debería preguntar qué quieren comer porque “los niños no son adultos y no se les puede pedir tomar decisiones racionales”. Lo ideal sería limitar las opciones a cuál verdura: ¿alverjas o brócoli?
Aun en los mayores, tantas opciones son un pierde-pierde porque “o al papá le toca hacer la comida poco saludable que ellos piden o desautorizarlos, algo que los lleva a sentirse traicionados e ignorados”.
En ese intento por ser diferentes a sus padres, los nuevos progenitores no han sabido mezclar amor y disciplina y optan por un modelo de ‘amigo’ del hijo, que no es conveniente. En este tema también influye que muchos padres trabajan y tienen menos control. Cuando llegan a la casa extenuados, les dejan hacer lo que quieran con tal de no discutir o para resarcir su culpa por no haber estado durante el día. Según Sax, hay evidencia de que los niños con padres con más autoridad tienen menos riesgo de problemas de alcohol, drogas y sexo sin protección, así como mayor probabilidad de tener buen promedio académico.
Las consecuencias de esto pueden ser graves. Según Sax, muchos niños criados en este tipo de ambientes laxos tienen de adultos problemas de ansiedad porque de pequeños no tuvieron límites. El psicólogo también sugiere que el creciente aumento de casos de síndrome de déficit de atención se podría deber no a problemas reales de concentración, sino a falta de sueño debido a que usan demasiado pantallas en la noche. “Los niños están durmiendo muy poco por falta de límites”, explica.
Esta situación también ha creado la cultura de falta de respeto a la autoridad, en la que los pájaros les disparan a las escopetas, pues hoy los hijos se sienten con patente de corso para responderles ‘cállate’, ‘eres injusto’, y contestar de manera grosera cuando no están de acuerdo con los papás. Las discusiones son buenas en ciertos ámbitos. Lo que está mal, según Sax, es que permeen todas los asuntos del hogar, incluso, aquellos que pueden perjudicar el bienestar del niño, como la comida o la hora de dormir.
Algunos psicólogos han señalado el libro como un gran aporte al debate de la crianza. Según Gordon Neufeld, psicólogo canadiense citado por Sax en su libro, lo que pasa durante los almuerzos y comidas es una pequeña muestra de que los padres de hoy se sienten incómodos “en el papel de líderes de la familia”. Stephen Camarata, sicólogo estadounidense, coincide con Sax en que los padres están exigiéndoles demasiado a los hijos, lo que ha llevado a que estos no tengan un respiro para descansar. “Cuando ven que no ponen atención piensan que es una condición clínica, pero en realidad es cansancio. Esto mina la confianza en ellos mismos y la habilidad de pensar”, señala el experto, autor del libro The Intuitive Parent.
Otros expertos, sin embargo, han criticado a Sax por mostrar apenas una opinión sin bases científicas y de esta forma escribir otro libro-sermón de crianza en un momento en que, con tanta información disponible en internet, se debería dar más seguridad a los padres sobre su papel en lugar de criticarlos. “Es probable que los padres estemos muy cansados, abrumados, sobreinformados para ser perfectos en cada momento”, señala Yvonne Gustafson en su blog en The Huffington Post. A pesar de las críticas y mientras la polémica avanza, Sax se mantiene en su punto: “Los padres deben volver a la silla del conductor y tomar el timón de la crianza”.
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