Hace dos meses, llevamos a nuestra hija a ver el musical «Annie» para festejar su octavo cumpleaños.
Pensé que le gustaría la historia del optimismo imparable de una valiente huérfana frente a la adversidad. Pero temo que se identificó más con el padre adoptivo, y millonario, de Annie.
Unas semanas después de su cumpleaños, Neva me preguntó: «Mamá, ¿con qué trabajo se gana más dinero.
«¿Por qué preguntas?», le dije.
«Porque cuando sea grande, quiero ser rica», afirmó Neva.
«Somos ricos», contraataqué con mi respuesta de cabecera cada vez que surge este tema. «Somos ricos en familia y amigos. Somos ricos en amor y bondad, y somos prácticamente millonarios en creatividad».
«No, mamá», contestó Neva con un gruñido y moviendo los ojos. «Quiero ser rica de verdad y vivir en una mansión».
Me doy cuenta de que Neva no es la primera niña en expresar un deseo por la riqueza material. Pero algo de lo que dijo me conmovió emocionalmente.
No me malinterpreten: no tengo nada contra su deseo de ser rica. No soy una de esas personas que creen que los ricos son inherentemente corruptos o están motivados sólo por la codicia, como tampoco creería que los pobres son inherentemente buenos y honestos.
Sin embargo, también me doy cuenta de que la búsqueda de la riqueza por la riqueza misma suele ser una «sopa aguada», como diría mi padre. Y entonces, aunque quiero que nuestra hija posea un nivel de conocimiento financiero y la capacidad de mantenerse a sí misma, no quiero que crea en la falsa promesa de que la búsqueda de la riqueza material es la llave a la felicidad.
Es fácil, por supuesto, culpar a la cultura. Es difícil evitar la celebración de la riqueza a nuestro alrededor: en las películas, la televisión, en los mensajes de marketing que nos bombardean. Sin embargo, tampoco puedo evitar preguntarme si no estamos contribuyendo, incluso de formal no intencional, a la inclinación materialista de nuestra hija. A menudo, cuando Neva me pide algo que quiere en el centro comercial, mi respuesta inevitable es: «Lo lamento, hoy no, es muy costoso», o «no nos alcanza el dinero en este momento».
Típicamente, ninguna de las dos opciones es verdad. Podríamos comprar el objeto que quiere, pero elegimos no hacerlo.
Es decir, mis esfuerzos por que Neva tenga los pies en la tierra podrían haberle dado la falsa impresión de que contamos con menos dinero del que realmente tenemos, y un fuerte deseo de corregir esa injusticia. No es sorprendente que, en más de una ocasión, Neva nos pregunte si somos pobres.
Para obtener una opinión experta sobre todo esto, contacté a Liz Warrick, una asesora privada para padres en el estado de Massachusetts. Warrick señala que es importante que los padres les enseñen a los hijos, incluso los más pequeños, cómo tomar decisiones inteligentes sobre el dinero para que sean más realistas sobre las ventajas y desventajas asociadas a esas decisiones.
«Hay tanto énfasis en las cosas materiales en nuestra cultura», dice. «Vivimos en una cultura donde hay gratificaciones inmediatas y muchos niños consiguen lo que quieren a una edad muy temprana».
Warrick sugirió que le diéramos Neva un dinero semanal para que pueda comenzar a tomar sus propias decisiones sobre gasto, pero con el requisito de que ahorre cierto porcentaje y reserve otra parte para donaciones. Investigar distintas organizaciones benéficas en nuestra zona y permitirle elegir cuáles le gustaría apoyar le ayudará a entender mejor su propia buena suerte.
También recomienda que la próxima vez que Neva me pida que le compre algo, en lugar de decirle que no tenemos dinero para comprarlo, le explique que, aunque podríamos pagarlo, elegimos gastar nuestro de dinero de otra forma.
Warrick agregó que vez que Neva comience a recibir un dinero semanal también podemos darle la opción de que gaste su propio dinero en un artículo en particular, aunque resulte ser basura.
Finalmente, agrega que las fiestas de fin de año ofrecen una oportunidad para demostrar que la felicidad no está atada al dinero, al hacer énfasis en actividades alegres que no cuestan mucho y no están vinculadas a cosas materiales. Considerando lo mucho que nos gustan a ambas las tarjetas de Navidad, hornear y hacer cosas manuales, creo que ya tenemos un buen comienzo en esa categoría.
Neva puede o no convertirse en una adulta rica. Pero esperamos que al incorporar estas sugerencias, podamos hacer el mejor trabajo de enseñarle a nuestra hija sobre las muchas bendiciones en su vida. De esta forma, se dará cuenta de que en las cosas que realmente importan, siempre fue y será rica.
Fuente:
Mi hija quiere ser rica, ¿es mi culpa?