En Colombia hay un cambio estructural que justifica el alza sostenida en el precio de las acciones más allá de las valoraciones de los expertos. Pero para que se sostenga, se requieren varias condiciones. La opinión de Felipe Gómez y Guillermo Valencia.
En tiempos cuando los precios del mercado de acciones colombiano son difíciles de justificar con las valoraciones que hacen los analistas de las firmas de bolsa, es inevitable -y además saludable- preguntarnos si esta subida de las cotizaciones es una manía o obedece a un cambio estructural en la economía.
Hoy por hoy, cuando la mayoría de los precios de las acciones se ubican por encima del valor estimado por los analistas, muchos empiezan a hablar de la existencia de una burbuja. Para ellos esta alza es injustificada, y se constituye como un episodio más de exuberancia irracional. Por tanto, solo se necesita tiempo para que el mercado vuelva a reflejar el valor justo que predican quienes hacen proyecciones en las firmas de bolsa.
Por el contrario, existe otro grupo de personas que podría pensar –soportado en la tesis de los mercados eficientes- que los precios reflejan toda la información disponible. Por tanto, este movimiento positivo de precios en la bolsa está sustentado en la aparición de nuevas noticas positivas en el país, como por ejemplo su giro hacia una economía basada en la minería y la energía o su otorgamiento de la calificación de grado de inversión.
En realidad, Colombia ha vivido varios episodios disruptivos –cambios estructurales- en los últimos años. La apertura económica y financiera, sumada a la creación de los fondos de pensiones privados son dos ejemplos claros que justificaron los excelentes retornos de la bolsa en los 90s. En la última década la mejora en el clima de seguridad del país, junto con la mayor confianza inversionista, también permitieron que en los últimos 10 años la bolsa de Colombia se destacara notablemente.
La realidad es que en algunas ocasiones los agentes del mercado exageran las expectativas que tienen sobre el efecto de estos cambios estructurales, dando origen a las famosas burbujas. Un caso clásico de este comportamiento se dio en Japón. En dicho país, los precios de su bolsa se multiplicaron por 5 en la década de los 80, gracias a las expectativas que se generaron por su impresionante avance industrial. Al final estas expectativas no se materializaron y hoy el Nikkei está en los mismos niveles que tenía a comienzos de la década de los 80.
Colombia sí está ante un cambio estructural, pero necesita que se mantengan bajas las tasas de interés reales en los países desarrollados.
Hoy en día el buen desempeño de la bolsa colombiana está más que justificado por las siguientes tres razones:
2) Han aparecido nuevos actores como dinamos de la economía mundial: los BRIC (Brasil, Rusia, India y China) y detrás de ellos y con más brillo los CIVETS (Colombia , Indonesia, Vietnam, Egipto, Turquía y Sudáfrica),
3) Colombia está protagonizando la historia de un país con una consolidación estructural en lo político, monetario e institucional, que -junto con la bonanza minero-energética- apunta a un desarrollo económico espléndido.
Muchos analistas se han centrado con más detenimiento en el 2º y el 3º de estos puntos. Sin embargo, en esta ocasión queremos enfocarnos en mostrar cómo el primer punto es clave para que los puntos 2 y 3 sean realidad. En otras palabras, queremos mostrar cómo para que Colombia de verdad pueda seguirse transformando y los precios de sus acciones puedan seguir subiendo, es necesario que a nivel mundial las tasas de interés se mantengan bajas, y que los inversionistas sigan invirtiendo en economías emergentes como jalonadoras del crecimiento global.
Este argumento se basa en situaciones similares que vivió el mundo en el siglo XX. Consideramos que si bien la historia no se repite si rima, y –en este caso- la estructura de la rima son las bajas tasas de interés reales en las economías desarrolladas.
En la década de los 70 las tasas de interés reales en Estados Unidos también fueron negativas. En dicha época la visión dominante del mercado era que el dólar americano debía devaluarse entre un 10% y un 12% para compensar el diferencial de inflación entre Estados Unidos, Alemania y Japón. En 1970 el dólar cayó 50% contra el Marco Alemán y el Yen Japonés, y en 1971 Estados Unidos abandono la paridad con el oro que había sido establecida desde 1934. Esta situación se vio acompañada de un espectacular incremento en los precios de las materias primas: el precio del oro pasó de US$40 la onza a principios de los 70 a US$1.000 a finales de la década y el precio del petróleo pasó de US$2,50 a US$40 el barril en el mismo periodo.
Estos dos fenómenos -bajas tasas de interés y alzas en los precios de las materias primas- hicieron que 1970 fuera una década de aceleración en la inflación mundial. La volatilidad en esta época en el mercado de bonos y acciones fue mucho mayor que en décadas anteriores, y las rentabilidades que se observaban en los bonos de largo plazo en dólares eran mínimas (tal como está sucediendo en este momento). También existieron historias formidables de éxito y fue una época prospera para muchos países en desarrollo, entre ellos México, Brasil y Argentina. En Colombia, el alza de los precios del café (que se dio a la par con la subida del oro y del petróleo) permitió que se dieran altas tasas de crecimiento y altos niveles de capacidad instalada.
Por otra parte, un alza de las tasas de interés reales en los países desarrollados le quitará margen de maniobra al Banco de la República, quien tendría que subir sus tasas de interés para prevenir que se vaya la inversión del país. Algo similar a lo que sucedió a finales de los 90. Sin embargo, este escenario luce lejano, en un ambiente donde a Estados Unidos le conviene que haya inflación para licuar su deuda, su moneda se devalúe para que sus exportaciones crezcan, y se mantengan bajas sus tasas de interés para que haya inversión y crecimiento.
Solo queda una duda: en la primera mitad de los 70 el fuerte aumento en los precios del café y las materias primas estuvo acompañado de una política cambiaria de mini-devaluaciones que permitió contener la revaluación de la moneda. ¿Será necesario repetir algunas de estas políticas para que los próximos años se consolide el cambio estructural del país?
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