¿Llegó la hora de que la economía se comporte «como si la gente importara»?

 

¿Es lo pequeño es el próximo gran tema en la economía? ¿Será que las ideas visionarias de Ernst Friedrich Schumacher, autor de culto de clásico de la década de los 70, están a punto de entrar en la corriente dominante?

Schumacher, el economista y estadístico que nació en 1911 en lo que fue el Imperio alemán y llegó a ser un influyente intelectual a nivel internacional.

Era el favorito de John Maynard Keynes, quien notó su potencial cuando leyó un trabajo que escribió cuando estaba internado en una aislada granja en Inglaterra como «extranjero enemigo» durante la Segunda Guerra Mundial y logró que lo liberaran.

Acto seguido, Schumacher ayudó al gobierno británico con las finanzas y la economía mientras su nación adoptiva luchaba contra su país nativo.

Además, escribió una colección de ensayos que pusieron de cabeza a la economía convencional.

El título del libro era «Lo pequeño es hermoso: economía como si la gente importara«.

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El olvido

Cuando Schumacher murió, en 1977, extraños acudieron a su casa para pedir que les dieran reliquias… su máquina de escribir, su sombrero.

Tal vez habían sido parte de las multitudes de 5.000 personas que solían atender a sus conferencias o de los varios millones que habían comprado sus libros.

15 años después, cuando hice una maestría en Londres en economía medioambiental, ni siquiera aparecía en el plan de estudios.

Me topé con uno de sus libros y pensé: «Esta es la única vez en mi vida que he leído algo de un economista que tiene sentido«.

Ahora me pregunto si Schumacher no era más que un personaje estrafalario -como algunos decían- y yo, uno de los hippies a los que cautivaba.

O si, por el contrario, es un intelectual cuya filosofía es más relevante hoy de lo que jamás ha sido.

¿Entre más grande, mejor?

En la BBC quisimos ver si las teorías del popular economista funcionaban en la práctica.

¿En qué contribuyen de cara a los apremiantes retos sociales y económicos que enfrentamos?

¿Cuál era la percepción central de Schumacher?

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En «Tiempos modernos», Charles Chaplin ilustró la sensación de ser herramientas adaptadas a nuestras máquinas.

Para él, nuestra economía está basada en el culto de lo grande, rayando en la adoración del gigantismo.

«Existe una filosofía generalizada de ‘Entre más grande, mejor’: el mercado, las organizaciones, las máquinas. Y con lo más grande va lo más rápido, más complejo, más hambriento de capital y a menudo una batalla más masiva con la naturaleza», escribió.

Y lo grande, por supuesto, era grandioso en muchos aspectos: la producción masiva había sacado a millones de la pobreza artesanal.

Pero tenía efectos secundarios: arduo trabajo para lo que lo tenían, estampidas a las ciudades, comunidades fragmentadas y desempleadas, aumento de inequidad y crecimiento sostenido con deudas.

Schumacher no sólo señaló los problemas; dejó también un modelo para una economía distinta.

Schumacher en el banco

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El Handlesbanken es un banco con una obsesión casi mística de mantenerse pequeño. Además, según la Escuela de Negocios de Londres, es uno de los que tienen las acciones con mejor desempeño del mundo.

«En retrospectiva, en general se reconoce que los modelos basados en fijar metas de volumen y amarrarlos a los incentivos resultó ser un coctel peligroso«, le dice a la BBC su director ejecutivo en la capital británica, Anders Bouvin.

«Los bancos grandes alienan, el poder de los altos mandos tiende a aumentar, hasta que las sucursales y los empleados que están en contacto con los clientes terminan siendo considerados como canales de distribución».

«Yo creo que para tener éxito, hay que descomponer esas enormes organizaciones. En nuestro banco no fijamos metas desde el centro».

Uno de sus accionistas institucionales alguna vez describió al grupo como «emocionantemente aburrido«.

«Aburrido» quizás, porque este banco valora la planificación a largo plazo y la descentralización, encapsulada en el lema «la sucursal es el banco«.

«Cada sucursal es responsable del área que le rodea, digamos que de lo que se puede ver desde la torre de la iglesia», le explica Bouvin a la BBC.

Al pedirle que resumiera la filosofía de Handlesbanken en una frase, dijo: «Trabajar con la naturaleza humana en vez de en contra de ella».

Ese era uno de los puntos de Schumacher: en una organización pequeña, en la que confías en el personal y lo facultas, ahorras todo el costo de tratar de controlarlo y éste produce mejores resultados.

En la más reciente crisis financiera, causada en gran parte -según la narrativa popular- por los grandes bancos, Handelsbanken emergió con un balance financiero lo suficientemente fuerte como para hacer que los reguladores de la banca europea ronronearan de placer.

Schumacher en la calle

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El rostro de David Bowie en el billete de 10 de la libra de Brixton, porque el artista nació y creció en ese barrio londinense.

Para ver cómo se traducen sus ideas fuera de los bancos, fui al barrio londinense Brixton, donde la New Economics Foundation, un grupo de expertos que es parte del círculo de Schumacher, ayudó a poner en circulación la libra de Brixton.

La idea es poner en práctica la «economía como si la gente importara».

«Exactamente. Siempre decimos que la libra de Brixton es una moneda social«, me explica uno de los impulsadores de la iniciativa.

La pregunta es si puede funcionar a escala mayor para ayudar a crear comunidades vibrantes en las que la gente quiera quedarse.

Schumacher en el pueblo

En busca de la respuesta, fui a Totnes, la cuna del movimiento de transición, a favor de la agroecología, la permacultura, el consumo de bienes de producción local y colectiva, el decrecimiento y la recuperación de las habilidades para la vida y la armonía con la naturaleza.

Además, por supuesto, es la sede del Schumacher College y un lugar donde circula la libra Totnes.

A Rob Hopkins, cofundador del movimiento y de la comunidad misma, le pedí que explicara la lógica de estas monedas.

«La idea se basa en un hecho muy simple observado por los economistas, denominado ‘el efecto multiplicador‘. Si yo gasto £10 en un negocio local independiente, producen alrededor de £25 de beneficio económico para la comunidad en la que vivo. Si las gasto en un supermercado de cadena, es alrededor de £14″.

«Se puede pensar en esos grandes negocios como industrias extractivas: están situados en un lugar pero su papel primario es extraer los beneficios en vez de dejarlos en la localidad».

En ese sentido, ¿cuáles son las huellas del movimiento de transición?

Mucho de lo que el movimiento hace fluye bajo la superficie. Hay grupos de paneles solares en algunos lugares del pueblo, tenemos un proyecto para hacer casas transicionales, con materiales puramente naturales, hay varios jardines comestibles, hemos plantado muchos árboles que dan nueces…».

«Se trata de relaciones, de volver a tejer las sociedades y las conexiones que el neoliberalismo cortó con un par de tijeras«.

«Para mí, no sólo lo pequeño es inevitable sino también absolutamente deseable, pues satisface mejor nuestras necesidades como seres humanos, pero de tal forma que vivimos mejor: la comida, la conversación, las relaciones son mejores».

«Ahora tenemos gente en 50 países del mundo, miles de comunidades en las que la gente vive así, y la belleza de esto es que lo tomas y le sacas provecho».

Schumacher en el colegio

La siguiente escala: la escuela primaria Ashton Vale, donde pusieron en marcha un programa pionero llamado «Food for life» -alimento para la vida-, parte de la ONG Soil Association, que Schumacher alguna vez dirigió.

«Schumacher habló mucho de que la educación no era sólo el aprendizaje intelectual, sino también la oportunidad de hacer», afirma la actual presidente ejecutiva, Helen Browning.

En Ashton Vale, además de aprender las materias regulares aunque abordadas bajo la perspectiva de transición, los niños cultivan, cosechan y cocinan, lo que los hace más abiertos a consumir alimentos sanos y a entender por qué es importante hacerlo.

«Lo que hacemos de niños con las manos se convierte en parte nuestra, algo que no se logra repitiéndolo en un salón de clase».

«Tenemos que hacer parte de algo que sea parte de la vida real y, para mí, para ser propiamente humano, hay que meter las manos en la tierra«.

Schumacher en aquí y allá

Los espacios en los que se puede ver la filosofía de ese economista de los hippiespuesta en práctica se repiten en muchas esferas.

En Technoport en Noruega, me encuentro rodeado de unas 700 personas de menos de 30 años, creando productos como impresoras para hacer zapatos para niños enfermos.

Avances en tecnología que le devuelven el poder a la gente de todo el mundo para que pueda volver a hacer cosas.

¿Será que la visión de Schumacher de la fabricación distribuida la próxima ola de tecnología que está por romper?

«La manufactura está retornando, pero no en la forma de grandes plantas sino de experimentos diversos, en los que produces algo en bajas cantidades, lo ofreces por internet y a medida que sube la demanda, vas fabricando más. Eso era de lo que Schumacher hablaba», me dice Peter Hirshberg, autor de «Haz una ciudad» y padrino del Maker Movement, que plantea crear ecosistemas de mercado propios.


Sin embargo, Schumacher no estaba hablando de tecnología sino de intención.

El siguiente libro que escribió se llamó «Buen trabajo». La idea central era que somos lo que hacemos, nuestro trabajo nos moldea; nos puede tornar en herramientas o seres humanos.

«La palabra ‘poeta’ significa ‘hacer’ -del griego poíēsis. Si hacemos algo con creatividad e imaginación, un jardín, una cena pueden ser poesía. Además, el trabajo es una fuente de placer y alegría», dice Satish Kumar, fundador del Schumacher College, refiriéndose al mensaje de «Buen trabajo».

«El problema que tenemos es de filosofía, no de economía. El materialismo, el consumismo, la separación, la desconexión. La idea de que los seres humanos están separados de la naturaleza y cada comunidad separada de las demás».

El principio es que si hacemos un buen trabajo, que nos conecte con la gente y los lugares, nos daremos cuenta de que tenemos gran parte de la felicidad que buscamos.

Y Schumacher adoraba esa idea: no quería que se maximizaran los recursos sino que se maximizara la felicidad eficientemente usando los recursos con los que contamos.

Una economía «como si la gente importara».

Fuente:

¿Llegó la hora de que la economía se comporte «como si la gente importara»?

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