“Si te comparas con los demás, te volverás vano y amargado pues siempre habrá personas más grandes y más pequeñas que tú”. Desiderata.
Desde muy pequeños nos han enseñado a competir y a compararnos. Se ha vuelto una filosofía, llegar a ser los número uno en los diferentes roles que desempeñamos. Se nos programa: llegar de segundo simplemente no vale, es para perdedores. La familia misma nos induce a esta odisea que si no se analiza puede durar toda nuestra vida, generándonos muchas insatisfacciones y dolor. “Sobresalir”, “Superar” y otros términos son usados respecto a nuestros hermanos, primos y demás familiares. Posteriormente, vienen los vecinos, porque uno no debe quedarse atrás, en cuanto a bienes, viajes, estudios, barrio, clubes, autos, etc. En la etapa educativa es singular, tratamos de ser los primeros con nuestras calificaciones. Creemos que ellas nos llevarán al éxito en la vida. Nada más alejado de la realidad, pues las estadísticas dicen que los estudiantes “brillantes” y “nerds” terminan trabajando para los menos “pilos”, para empresas o para el gobierno. Rara vez fundan compañías.
Indudablemente, en el mundo laboral la competencia es compleja. Se dice que sobreviven los más fuertes. Los ascensos y concursos se convierten en verdaderos océanos rojos, donde lo único valido es vencer al contendor, así sea el mejor compañero o colega dentro de la organización. Existen demandas para un solo cargo donde se presentan decenas o cientos de aspirantes. En los negocios y los mercados, la competencia es como “morder” esa parte de mercado y debilitar a los demás. En la política y manejo del poder es similar, como conseguir más adeptos a una causa. Así, muchos movimientos se fortalecen, otros se debilitan, son castigados, o desaparecen. Es una competencia descarnada. Sucede cuando la oferta es mayor que la demanda. Se necesita con urgencia “poner” entre los clientes los productos, servicios o ideas.
Obtener, cambiar cosas, hábitos y comportamientos requiere nuevas formas de pensar, crear, innovar. Renunciar a hacer lo que hace todo mundo. Evitar ser arrastrados por la corriente y cuestionarnos que es lo verdaderamente importante en nuestra vida. Dejar de pensar en la competencia y desarrollar nuestras capacidades que vayan unidas a nuestros sueños e ideales. Hay miles de formas de ganarnos la vida, miles de oficios, oportunidades y profesiones. Muchas veces, solo vemos lo que nos rodea. Necesitamos formular nuevas estrategias para nuestras vidas. Explorar más, asumir más riesgos, responsabilidades. Detenernos, pensar, escribir, crear nuestro proyecto de vida, en otras palabras: “dejar de ver e imitar” lo que hacen los demás. La única forma de dejar de vencer a la competencia es dejar de tratar de vencerla. Es la estrategia de los océanos azules.
Sin ideales claros, simplemente es imposible. Se requiere toma de conciencia, dominio y crecimiento personal, son elementos determinantes. Se requiere un auténtico y genuino auto liderazgo, ser nosotros mismos. De dejar de copiar e imitar a ídolos o mentores. En cierta etapa de la vida son útiles. Se requiere personalidad y carácter construir nuestro propio camino. No es fácil, es arduo e incómodo. Se convierte en un viaje interior lleno de incertidumbre y de retos. Nos obliga a salir y estirar la “zona de confort”.
Hemos oído muchas veces la frase: “La competencia no es con nadie, es con nosotros mismos”. Es ser hoy mejor de lo que fuimos ayer. Es ir en búsqueda de la “Excelencia”.
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