Muchos de quienes trabajan de manera protegida (con contrato laboral y salario fijo) envidian la labor de quienes somos independientes. Ven la independencia como un lugar de sueños: “ser mi propio jefe” o “colocarme el sueldo que yo quiera”.
La realidad es que para ser independiente se requieren una serie de cualidades personales, ciertos sacrificios que no todo el mundo está dispuesto a asumir.
Quienes trabajan en su ambiente protegido por un contrato, un salario fijo, deben hacer enormes esfuerzos personales para acumular años de antigüedad. Se acostumbran tanto que terminan no notando el esfuerzo que realizan. Veamos algunos de ellos:
Levantarse aun cuando no se ha dormido bien, cuando el cuerpo te pide quedarte en la cama. ¡Abandonar el calor de las cobijas, la suavidad de las almohadas para salir al frio y al caos de la calle para llegar temprano definitivamente es para valientes!
Soportar un horario que no está en directa relación con tu ocupación: habrán ocasiones en que 8 o 9 horas diarias no te alcanzarán para lo que estás haciendo. En otras ocasiones el día se hace aterradoramente largo, sin muchas cosas por hacer, mirando el reloj cada 5 minutos para comprobar que avanza con lentitud. No sé qué es mejor/peor: pasar un día muy atareado, ocupado en una tarea (y que sin darme cuenta llegue el fin de la jornada), o una tarde de viernes, sin muchas tareas, con la única ocupación de esperar a que llegue la hora oficial de salida.
Ese asunto de soportar a un jefe no es para todo el mundo. Unas veces te exige tareas imposibles: “hágame un resumen de todo el 2014”. –Tarea sencilla si los datos históricos existieran, pero no-. Toca entonces salir a reconstruir desesperadamente la información requerida con todas las fuentes disponibles, escasas por cierto, y levantar el informe en tiempo record.
El tema de estar todo el día sentado en una oficina te crea enfermedades, a largo plazo, relacionadas con la posición, el sedentarismo y el estrés.
En el lado contrario, muchos de quienes están en trabajos “no protegidos” como en ventas (por comisiones) o independientes como en mi caso, sueñan con la estabilidad de un salario fijo y el ambiente, hasta cierto punto “protegido” del trabajo por contrato.
Esta “envidia” de unos por otros, hace que muchos independientes abandonen sus emprendimientos y retomen el trabajo por contrato. Otros tantos hacen el camino contrario: abandonan sus trabajos con salario fijo y contrato para entrar al mundo de las incertidumbres. Y es que ser independiente está lejos de ser la situación soñada. Veamos algunos ejemplos:
Cuando no se tiene un contrato y se trabaja por cuenta propia no tienes nada asegurado. Te levantas cada día como los pajaritos de la calle: a buscar negocios o ventas con que sobrevivir. Aunque habrán épocas que tienen mucho trabajo y altos ingresos, no existe garantía de que esto sea así siempre.
Quien se precie de ser independiente y poder vivir de ello, sabrá que en muchos de los días de trabajo, la jornada laboral puede extenderse 12, 14, 16 horas o más. Conozco personas de mi medio que me he encontrado conectados trabajando desde las 5 de la mañana y continúan allí por la noche, a las diez…
El trabajo independiente tampoco tiene seguro si te enfermas.
De cualquier manera, para ambas situaciones se debe estar muy preparado psicológicamente. El trabajo en una empresa con contrato exige “soportar” una serie de privaciones y acatar unas normas que hasta cierto punto, te coartan la vida: no puedes almorzar a la hora que deseas, sino a la hora indicada. No puedes abandonar una reunión molesta. No puedes faltar sin excusa. Debes cumplir horarios y ser obediente, aun con órdenes poco claras, confusas o con las que no estás de acuerdo. La convivencia con otras personas tampoco es poca cosa. Hay roces, conflictos, chismes, discusiones, empleados muy queridos (as) por el (la) jefe y otros no tanto.
Lo cierto mis estimados amigos es que el ser humano tiene una capacidad enorme de adaptación a las nuevas condiciones. Ninguna de las dos formas de empleo es mejor: ambas exigen sacrificios, ambas tienen ventajas y desventajas. La discusión sobre qué es lo mejor depende de sus características personales y de los retos que está dispuesto a afrontar. La discusión no está terminada, por eso diariamente miles o tal vez millones de personas en el mundo cambian de bando, por elección o por necesidad.
Es la misma discusión si es mejor ser soltero(a) que casado(a).
Los casados envidian las “ventajas” de los que no tienen compromiso… y quienes no tienen compromiso añoran tener ciertas “prebendas” de estar en matrimonio.
Lo mismo pasa en el trabajo, pero con menos dosis de endorfinas.
Fuente:
http://blogs.elespectador.com/