En Colombia seguimos condenando las fuentes de crecimiento a la trocha ferroviaria angosta.
Este país nuestro es bastante curioso, a veces, incluso, parece poco serio. Con unos muy pocos días de diferencia pasamos de la algarabía del ‘triunfo ciudadano’ que con muy poca información y un discurso muy efectivo logra derrotar al monstruo minero y así salvar el planeta, a la realidad de un crecimiento económico superior al esperado, empujado precisamente por ese monstruo que se acaba de derrotar.
Muy pocas voces se han levantado para defender la minería y es explicable, en primer lugar, porque nadie en su sano juicio se atreve a enfrentar una opinión avasalladora conquistada con frases y discursos efectistas, quien lo haga (seguramente así me calificarán) aparecerá como un loco en el mejor de los casos, o un depredador en el peor de ellos; en segundo lugar porque, en efecto, no gozamos los mineros del mejor respaldo histórico en términos de mejores prácticas y no porque no existan ejemplos de ellas, sino porque somos culpables de tener una cultura corporativa muy heterogénea y todos terminamos siendo medidos (prejuzgados y condenados) por el comportamiento del menos juicioso.
Ojalá quienes (públicos y privados) se han levantado con tanta valentía para oponerse ‘victoriosamente’ a la explotación minera de Angostura, lo hagan con igual valentía y efectividad para evitar que otras actividades humanas también potencialmente dañinas (incluida la actividad minera ilegal) se realicen en el área.
CASOS REALES
No soy optimista de que esto ocurra; de hecho, ya existen actividades agrícolas, asentamientos humanos, minería ilegal, ganadería, apertura de vías, todo esto con impactos tan relevantes como los que se narraron en escenarios hipotéticos en días pasados, sólo que estos no son hipotéticos, sino reales y vienen de tiempo atrás, sin que ninguna de esas importantes voces que se pronunciaron en contra del ejercicio minero legal dijera esta boca es mía.
Todos sabemos que la generación de empleo, riqueza y prosperidad depende del mayor grado de educación que permita que el esfuerzo de los Colombianos sea más sofisticado, para que el mismo sea capaz de producir bienes y servicios más elaborados y poder conquistar los mercados del mundo con productos exclusivos y no únicamente con materias primas; estamos de acuerdo, pero para llegar a ese estado necesitamos, primero, tener la fuente que nos permita hacer esa revolución educativa y los recursos para preparar el país en todos sus aspectos para poder adquirir ese estado de sofisticación. La minería y el sector extractivo en su conjunto están demostrando poder ser muy importantes para proveer esos recursos que demanda este enorme reto.
Por supuesto, no estamos tampoco hablando de proporcionar patente de corso a nadie para que haga las cosas de cualquier manera, pero resulta muy perturbador ver como el país entero se inclina ante el prohibicionismo absoluto como mecanismo protector por excelencia, en vez de optar por construir instituciones independientes y serias que provean los elementos objetivos que regulen la industria, que la vigilen y que de ser necesario la castiguen y de paso se evita el traslado de rentas de la ilegalidad generadas por el prohibicionismo, rentas que terminan alimentando a la delincuencia, esta sí, muy sofisticada.
No obstante lo anterior, de seguir tratando esta fuente como el monstruo (permitiendo, de paso, que el verdadero monstruo aproveche el desorden), culpándolo de todas las desgracias, prejuzgándolo y condenándolo a través de la fuerza de la aglomeración, obstaculizando irracionalmente sus actividades y cediendo a la emoción colectiva cualquier argumento objetivo, veremos, sin remedio, que esta actividad, que pudiendo ser en pleno siglo XXI fuente de recursos compatible con el desarrollo responsable, abandone el barco y sacrifiquemos de esta manera una opción de crecimiento.
MAYOR OBJETIVIDAD Y CONOCIMIENTO.
Más regulación, más supervisión, más institucionalidad, más racionalidad, ojalá un poco menos de emotividad, pero fundamentalmente mayor objetividad y conocimiento son menester aplicar para evitar que el desconocimiento y la marea colectiva siga generando un verdadero paraíso para quienes gozan de las rentas de la ilegalidad, hija mayor del prohibicionismo estatal.
Fuente:
‘Locomotora minera, la que más empuja y pocos quieren’
LUIS ERNESTO MEJÍA