Acciones: valor intrínseco y de mercado

Escribían en El Tiempo que a Daniel Gerstacov, director de Nuevos Mercados de Google, «le pareció fantástico que este diario haya apostado al cambio, teniendo en cuenta las nuevas tendencias tecnológicas y las necesidades que imponen los lectores».

A raíz de este comentario me surgió una pregunta, relacionada con la recomendación del presidente de una entidad financiera, aparecida en ese mismo periódico:

«Los inversionistas en acciones deben pensar en mantener sus títulos mínimo uno o dos años, porque esa es la mejor estrategia para sacar más ganancias». El interrogante es: ¿qué tienen en común Warren Buffet, Jeremy Siegel, Robert Shiller y John Bogle, a diferencia del señor Gerstacov? Ninguno de los cuatro lee ese diario, de lo contrario, ya hubiesen enviado sus mensajes desacuerdo. Esa aseveración va en contravía de lo que ellos siempre han promulgado, en relación con la forma como un ahorrador serio debe encarar las inversiones en renta variable.

Afortunadamente El Tiempo, en un editorial, advirtió sobre el riesgo que en la bolsa se esté gestando de nuevo una burbuja. La acción de Microsoft es un ejemplo clásico para sustentar la respuesta.

En 1999, después de que sus utilidades aumentaron 775% en un lapso de 7 años (de 8 a 70 centavos de dólar) la acción alcanzó a negociarse a casi US$59. Su relación precio/ganancias llegó a 84, según aparece en el libro The Little Book of Value Investing. Hoy, 11 años más tarde, está a US$24,57, con una relación por los lados de 12, cercana al promedio histórico del índice S&P 500, entre 14 y 15.

El factor crítico para adquirir una acción no es el periodo durante el cual se mantiene, sino el precio al cual es comprada. A este respecto Robert A. Levy, en un estudio clásico, mostró que durante los 52 periodos de un año, comprendidos entre 1926 y 1977, el índice S&P 500 cayó en 18 oportunidades, es decir, 35% de las veces. De haber sido actualizado, seguramente esta cifra sería aún más alarmante.

Ahora, aunque la historia reciente de nuestra bolsa es exitosa, no sobra recordar que el profesor Shiller, en su libro Exuberancia irracional’ señala cómo después de crecer 390% entre 1989 y 1994, sufrió una pérdida acumulada de 52% en los 5 años siguientes, y que entre 1971 y 1976 perdió 73% (y adicionalmente 25% en los 5 años posteriores).

La proximidad del grado de inversión para el país, la participación de inversionistas internacionales, sólidos balances, integración con las bolsas de Chile y Perú, etc., fueron argumentos que otros analistas expusieron en PORTAFOLIO para justificar la compra de acciones locales. Pareciera que a muchos de ellos también les resulta de poca importancia el precio al cual se están negociando.

¿Qué porcentaje del aumento en los precios corresponde a incrementos en valor real y qué porcentaje a factores emotivos y puramente especulativos?

En efecto, un camino de menor resistencia para adquirirlas consiste en perseguir aquellas que prometen gran crecimiento. Inherentemente, no hay nada malo en ello. Muchos profesionales utilizan esta técnica, que consiste en subirse en el bus de la dicha, pero sólo unos pocos astutos aciertan el momento de bajarse, generando en ocasiones el inicio de tremendas caídas.

Hay que tener cuidado con las valorizaciones que alcanzan, porque resulta imposible que una empresa crezca indefinidamente a un ritmo endiablado; llega un momento en que logran precios insostenibles. Cuando el crecimiento decae, las expectativas se incumplen, se presenta una corrección en el mercado, son las que más se resienten y tienden a generar pérdidas permanentes, como le pasó a Microsoft.

En la puja de acciones participan inversionistas serios de largo plazo, especuladores profesionales capaces de hacer mover los mercados y un gran número de participantes inexpertos. Esta mezcla heterogénea genera en los precios movimientos erráticos importantes. Pero independientemente de esas fluctuaciones, las acciones tienen un valor intrínseco, relativamente estable, apoyado en parámetros financieros fundamentales.

A muy largo plazo, las bolsas tienden a converger hacia esos valores, después de corregirse más de la cuenta,al alza y a la baja. Al menos teóricamente, inversionistas disciplinados pueden establecerlo con algún grado de precisión.

Muchos estudios confirman que, a largo plazo, la táctica con mayor rendimiento es adquirirlas cuando los precios del mercado se encuentren significativamente por debajo de su valor intrínseco. Es la estrategia de ‘valor’, planteada por primera vez en 1934 por Benjamín Graham, y practicada por inversionistas de la talla de Warren Buffet.

No estoy afirmando que la bolsa de Colombia se encuentre en medio de una burbuja, pero invertir en ‘Cemargos’, con su relación actual precio/ganancias en 84, sí debería hacer sonar algunas alarmas. Tácitamente se está aceptando un rendimiento de 1,19% al año, obtenido al invertir el cociente y dividir las ganancias sobre el precio.

Algo me dice que el peligro de una grave caída, generada por factores externos, no es inminente.

Desde luego, los bancos centrales de los países desarrollados siguen firmes en su empeño de continuar con los estímulos, y los mercados vienen de sufrir una corrección fuerte en el verano pasado (la correlación entre las acciones de varios países sólo tiende a aumentar en los mercados a la baja).

Hoy tiene más sentido incluir en los portafolios acciones y bonos de países que no requieran este tipo de ayuda, y los que son fuertes en recursos naturales, como Colombia. Pueden ganar por doble partida: si la economía global se recupera, participan de ello; en caso contrario, sus recursos naturales se valorizan gracias a un dólar más débil.

Claro que no deja de ser un problema el hecho de que las economías avanzadas terminen no despegando. En estas cuestiones, el peligro siempre está latente.

Volviendo al presidente de la institución financiera, en abril manifestó que «vale la pena seguir comprando acciones por la demanda que deben generar los fondos de pensiones con la entrada en operación de los multifondos».

Es cierto que ella puede hacer subir los precios, pero artificialmente, haciendo caso omiso de los valores intrínsecos. Muy distinto es que sea sostenible en periodos de dos años. Bien lo dijo Keynes: «Los mercados pueden per-manecer irracionales más tiempo de lo que uno puede mantenerse solvente».

Fuente:

Acciones: valor intrínseco y de mercado

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