Hace algunos años me encontraba —como algunos de ustedes al leer esto— en el límite, sobrecargada de trabajo y profundamente infeliz con todo eso.
Era una joven profesora de psicología que buscaba un puesto permanente en una facultad, con dos hijos pequeños y un esposo cuyo trabajo lo mantenía alejado de casa por varios días seguidos. Hacía ejercicios una vez por semana, si era una buena semana, rara vez veía a mis amigos o familia extendida, y no podía recordar la última vez que había leído un libro que no fuera sobre estadística. Era demasiado. Tenía que ceder en algo. Y lo hice. Renuncié a mi trabajo, sin saber exactamente qué iba a hacer después. Fue la decisión más difícil de mi vida, pero también una de las mejores.
Como psicóloga que estudia la motivación, paso mucho tiempo tratando de averiguar por qué la gente se da por vencida demasiado pronto cuando se trata de alcanzar una meta. Pero la verdad es que muchos de nosotros sufrimos exactamente de lo contrario: no sabemos cuándo, o cómo, rendirnos. Asumimos demasiados proyectos y compromisos, y terminamos produciendo 10 trabajos mediocres en lugar de uno o dos estelares.
Sin duda, renunciar a un empleo puede no ser una opción para muchos, pero la mayoría de nosotros nos involucramos en un montón de proyectos periféricos que pueden no valer la pena.
Entonces, ¿por qué es tan difícil tirar la toalla, incluso cuando en cierto nivel sabemos que deberíamos? Por un lado, es vergonzoso admitir frente a los demás que no damos abasto o que nos hemos equivocado. A nadie le gusta ser considerado un ‘desertor’. Por otra parte, renunciar significa contemplar lo que hemos tirado al agua; es decir, todo el tiempo y la energía que depositamos en alcanzar una meta y que nunca recuperaremos.
Por supuesto, cuando nos damos cuenta de que probablemente no tendremos éxito, o que el éxito no compensa la infelicidad que un proyecto nos provoca, no deberían importarnos esos costos. Si su trabajo, su posgrado o su novela sin acabar se ha llevado algunos de los mejores años de su vida, no tiene sentido dedicarles todavía más tiempo. Eso sólo lo hará más miserable.
Dicho esto, sigue siendo difícil decir adiós. Por eso, he aquí un simple plan de acción para romper lazos.
Para comenzar
-Identifique la meta a abandonar. Puede que sea obvio, pero la mayoría de las veces no lo será, por lo que tendrá que pensar seriamente en sus prioridades. ¿Qué es lo que más le importa? E igual de importante, ¿qué le hace sentirse efectivo y pleno? Todo lo que no, puede que tenga que desecharlo.
-Tenga confianza. Tiene que saber que está renunciando a un objetivo por las razones correctas, así que hágase las siguientes preguntas:
(a) ¿Qué necesito para alcanzar este objetivo y cómo podría conseguir lo que necesito? Considere todo. Si alcanzar esa meta exige más tiempo y esfuerzo de los que puede dedicar sin sacrificar otros objetivos importantes, puede que tenga que abandonarla. (Tal vez no pueda trabajar 50 horas a la semana, dedicarles tiempo a sus hijos y escribir un guión al mismo tiempo, y está bien).
(b) ¿Acaso me costará demasiado alcanzar este objetivo? ¿Me hará infeliz? A veces el problema no es el poco tiempo o la falta de energía, sino que realmente no le gusta lo que está haciendo tanto como pensaba. Resulta que el proceso le parece aburrido, frustrante o ingrato. Las circunstancias cambian, y está bien que sus objetivos también cambien.
Una vez que haya tomado la decisión de que renunciar a algo es correcta
-Deje de vivir en el pasado. Cuando lo invadan pensamientos de pesar por todo lo que invirtió y que no rindió frutos, piense en todo lo que ganó a cambio y siga adelante. (Ejemplo: si se siente culpable por renunciar a la novela que estaba escribiendo, recuerde lo bien que se siente tener más tiempo para sus hijos los fines de semana).
-Reemplace el objetivo con uno que funcione para usted. Para mantenerse en movimiento y sentirse satisfecho con su elección, piense un poco en lo que será su próximo objetivo. Si no tiene tiempo para escribir una novela de 600 páginas, ¿hay alguna otra forma en que podría expresar sus pensamientos y poner en uso su creatividad con el tiempo del que dispone, como un blog?
A veces, aprender cuándo abandonar un proyecto es esencial para su bienestar, y en definitiva también para su éxito personal y profesional. Cuando uno puede renunciar a una meta que no está funcionando, libera recursos valiosos que necesita para sacar el máximo provecho de los objetivos que sí perseguirá, aquellos que realmente valen la pena.
Fuente:
Cuándo y cómo abandonar esas metas que en realidad nos hacen infelices