Despedir a un subalterno es una tarea ardua y complicada, conoce algunas medidas para suavizar el proceso.
Uno de los momentos más delicados para cualquier ejecutivo es realizar despidos de personal. Prescindir de los servicios de un empleado es una tarea ardua y a la vez emotiva, que puede generar reacciones inesperadas en el despedido.
Contratar a una persona conlleva una responsabilidad. Por lo mismo, de deben estudiar las necesidades reales de la empresa, no se debe contratar si no se es absolutamente necesario. Si es un contrato por un plazo definido, el trabajador debe saberlo desde un comienzo. De esta forma, podrá estar preparado para su despido y podrá organizar su agenda. Es imposible evitar que el proceso sea traumático, por lo que hay una serie de consejos que pueden ayudar a amortiguar el golpe de la cesantía:
Motivos
Se deben exponer de forma clara, organizada y concisa los motivos que provocan la decisión. El trabajador debe entender las razones, si cometió errores, si es una decisión por recortes presupuestarios o porque se vuelve prescindible su puesto laboral.
Sin Rodeos
Una regla es no perder tiempo. Retrasar el momento con explicaciones, palabras y ambigüedades sólo causará más presión e incomodidad. Se debe ser breve y conciso. Es recomendable que, a solas con el trabajador y tras un breve saludo, se le informe del despido al trabajador. No se debe alargar la agonía.
Sin mentiras
La mejor forma de despedir a un trabajador es ofrecerle otra posición similar en la empresa, pero sólo si es una oferta real y concreta. Crear falsas expectativas con expresiones como “haré lo que pueda” o “te tendremos en consideración” es jugar con los sentimientos de la persona.
El momento preciso
Dependiendo del país y sus legislaciones, el trabajador tiene derecho a un preaviso que varía entre 15 y 30 días. Sin embargo, ofrecer esta cantidad de días puede ser nocivo para la moral del despedido como para la productividad en la empresa. Esas jornadas con el resto del personal, tener que informar una y otra vez de su desvinculación y la desmotivación, pueden resultar perjudiciales para el entorno. En estas ocasiones se recomienda pagar los días de preaviso y dejar en libertad de acción al ex empleado.
El día y hora de la notificación de despido también puede jugar a favor o en contra de la incómoda situación. Un lunes dará varias jornadas de desanimo y desorientación, un viernes puede ser demasiado repentino el tener que no volver a trabajar tras el fin de semana.
Una opción recomendable es informar del despido el jueves por la mañana, de esta forma, el trabajador podrá despedirse de compañeros y clientes. El día viernes podrá preparar su salida e incluso, da el tiempo justo para la organización de una despedida por parte de sus más cercanos en la empresa. Además, otorga la posibilidad de no volver el día siguiente si el trabajador así lo prefiere, lo que no causará un gran impacto por ser el viernes un día de baja productividad.
¿Quién debe asumir la responsabilidad?
Puede ser el superior directo o algún responsable de Recursos Humanos, siempre se debe involucrar a la menor cantidad de personas posible. Ahora, si se espera una reacción muy emotiva por parte del despedido, se puede contar con la presencia de algún amigo de labores para que otorgue soporte emotivo y sea un punto de apoyo en esta delicada situación.
Siempre se debe tener consideración con el trabajador. Se debe tener presente que es una persona que depende de los ingresos de ese trabajo y, probablemente, da soporte a su entorno y familia. Por lo mismo, siempre se debe concretar la desvinculación con cordialidad, respeto y empatía. Que este momento sea tranquilo y poco traumático es responsabilidad del empresario y del empleado, por lo que se deben hacer todos esfuerzos para que la experiencia no se escape de las manos y control.
Fuente:
El reto del despido, cómo abordarlo