Brillante y controversial, Juan Carlos Ortiz es uno de los hombres que más sabe de inversiones en Colombia. ¿Cuál es el secreto de su éxito y en qué recomienda invertir?
Las luces incidentales resaltan las obras de los artistas Miguel Ángel Rojas y Óscar Muñoz y le dan a la antesala del despacho de Juan Carlos Ortiz, en el edificio de Interbolsa, la apariencia de una galería en evolución. Él sonríe discretamente mientras las repasa y comenta que, como ha ocurrido con algunos de sus bienes más preciados, esta colección privada fue fruto de una oportunidad: «Empezamos a crearla en la cresta de la crisis de finales de los 90, cuando los precios del arte se hicieron accesibles».
Las palabras «crisis» y «oportunidad» hacen parte del léxico de sus negocios. En medio de ellas se ha caído y levantado hasta convertirse en alguien que, a despecho de no pocos de sus competidores, se ganó en el mundo de los negocios los apelativos de zar de la bolsa y de rey Midas de las inversiones, porque si la situación financiera de las empresas que ha constituido o asesorado fuera un ejercicio de alquimia, no resultaría exagerado decir que todo lo que toca se convierte en oro.
Una crisis en sus tiempos de corredor, desatada en la misma época en la que, junto a seis de sus amigos, les compraron a los Jaramillo (en ese momento los corredores más importantes de la Bolsa de Medellín) el 50% de Interbolsa, llevó a su expulsión del mercado bursátil. El directorio de la entonces Bolsa de Bogotá juzgó con especial dureza algunos de sus movimientos como impulsor de la figura de la posición propia.
Una oportunidad surgida en tiempos en los que cumplía una sanción de diez años le permitió hacer la transición de corredor a inversionista. Las confrontaciones que le quedaban pendientes las dejó en manos de la justicia, y durante ese interregno forzoso se dedicó, al lado de sus socios, a fortalecer al grupo Interbolsa -que hoy maneja activos por $7 billones- y a imprimirle una dinámica de crecimiento a Proyectar Valores, que ya se acerca a los $3 billones.
Pero quienes lo conocen de cerca aseguran que la historia oficial no cuenta que Ortiz nunca se apartó de la actividad bursátil sino que simplemente modificó su esquema estratégico: se mantuvo tras bambalinas y, cumplido el término de la sanción, volvió a la escena pública a demarcar el territorio que había conquistado.
Esa transición lo ha convertido en uno de los más diestros jinetes del potro de las finanzas. Proyecta y dirige una inversión con la misma facilidad con la que cabalga sobre el redomado alazán ‘Tormento’ en las colinas que se asoman al Valle de Tenjo o con la que acompaña las faenas campestres en su hacienda de los Llanos Orientales.
«Los más ricos y poderosos acuden a él en busca de asesoría y le confían el manejo de sus inversiones», dice una analista financiera. Pero él prefiere hablar de sus movidas propias como cuando hizo parte de un equipo que se jugó entero al rescate de Coltejer y que «al final del día» -como suele decir- se encontró cara a cara en el mostrador de los vendedores con Carlos Ardila Lülle. O de la gesta que, hombro a hombro con Luc Gerard, ex presidente de Philip Morris, y con inversionistas uruguayos, constituyó el fondo de capital Tribeca, que ahora controla el ciento por ciento de Emergencias Médicas Integrales (Emi) y que al final del año habrá destinado cerca de US$300 millones para asegurar su participación en una decena de empresas.
«Fui testigo privilegiado -rememora- del despegue de Easy Fly y luego participé de un negocio en el que la contraparte fue una persona tan reconocida en el mundo de la aviación como Alfonso Ávila». Rehuye, con la misma habilidad con la que controla el trote de «Tormento», la mención de nombres ilustres dentro del portafolio de clientes de su empresa, pero ajusta el estribo y, como para no desairar a su interlocutor, dice al ritmo de un galope suave: «Sí, sí, hablo con mucha gente todos los días y no esquivo a las personas que creen que les puedo ayudar a crear un negocio, a reinventarlo o a conseguir capital financiero… Y a menudo me invitan a participar… Ese es el mundo que me fascina desde el día en que me hice economista de la Universidad Javeriana».
Cachaquería excluyente
Este hombre no reconoce enemigos ni detractores y, quizá por eso, tampoco guarda resentimientos. Recuerda incluso con desenfado sus escasos encuentros con Augusto Acosta, quien como presidente de la Bolsa de Bogotá lo sancionó con exclusión del mercado y, luego, como superintendente financiero, objetó inicialmente la constitución de la compañía de financiamiento comercial Dann Regional. «Creo que él actuó en su momento como creyó que le tocaba o como se lo impusieron, eso es todo».
De hecho, durante trece años ha esperado que la justicia civil falle su solicitud de nulidad de la sanción que lo sacó de la escena del corretaje. Lo ha hecho con paciencia y sin abandonar, durante estos últimos tres lustros, el ritmo febril de las inversiones que lo han llevado a mirar más allá de las fronteras. Y sin dejar de lado la audacia y el pragmatismo que, en su caso, parecen haber pesado más que los riesgos de pérdida de reputación que le tocó afrontar.
Desde que se fue de la Bolsa de Bogotá, en 1997, y cuando compró su partición en Interbolsa, se ha sentido marginado de lo que llama «el círculo de la cachaquería». Cuando la Bolsa de Medellín se convirtió en su escenario alternativo, se hizo paisa por adopción. Tomás Jaramillo, miembro de la estirpe creadora de su empresa matriz, se convirtió en su socio de confianza. La mayoría de los cogestores de sus negocios también son antioqueños, de la misma cuna regional de su esposa, la presentadora de televisión Viena Ruiz.
Oculta mal la complacencia que le produce el haber llegado, primero que los «cachacos», a la Bolsa de Brasil, donde está muy cerca de consolidar una posición propia. No es un asunto menor porque la admisión de un inversionista extranjero allí va mucho más allá del celo diplomático de Itamaraty. Hay que superar varios filtros y cedazos hasta que el proceso de admisión termina con la expedición de un decreto presidencial.
Advierte que el mercado de capitales colombianos está por debajo, además del de Brasil, de México y Chile. «Sin embargo -dice a partir de su experiencia- en renta fija y en deuda interna pública somos uno de los países más desarrollados de América Latina.
Brasil, como potencia regional, ha sido para él y sus socios el primer puerto en el camino hacia la globalización. Tomarle el pulso a la economía de hoy y proyectar inversiones ha requerido visitas a Indonesia y a China para explorar las razones que han hecho que este país se resista a adaptar el renmimbi a un nuevo régimen de flotación cambiaria.
Mucho antes de que el actual Ministro de Hacienda llegara a hacer parte de la junta de Interbolsa, los gobiernos han pedido el concurso de Ortiz y de su equipo para el desarrollo del mercado de la deuda pública, operaciones de liquidaciones sobre TES y la adopción de esquemas regulatorios.
«En el fondo -dice uno de sus asesores en la producción de la página web en la que recoge documentos, estudios y reflexiones del centro de pensamiento que está desarrollando Interbolsa-, Juan Carlos es un corredor que se fue físicamente de la Bolsa, pero que está allí presente de espíritu y no pierde de vista ninguno de los más interesantes movimientos bursátiles». Y lo hará con negocios grandes y pequeños, como su reciente proyecto de convertir al club de fútbol Millonarios en una sociedad anónima y llevarla a bolsa. Con los 23 amigos con los que ha buscado capitalizar el equipo, que aún en medio de su crisis tiene ingresos netos de $8.000 millones.
Aún quienes lo prefieren lejos de ese escenario saben que, rehabilitado por una decisión judicial, no delegaría en ninguno de sus corredores el manejo de las operaciones más interesantes, así sea solo «por sacarse una espina» sin proclamar revanchas.
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