Alguna vez te has preguntado: ¿Por qué estoy aquí? ¿Cuál es el propósito de mi vida? Y cuántas otras te has dicho: ¿Será que tengo lo que se necesita para llegar donde quiero estar? Es válido hacerte preguntas de este tipo, si lo has hecho, ¡te lo aplaudo! Créeme, que no hay nada más triste en este mundo, que toparse con personas que solo viven por vivir, es decir, los que se limitan a existir.
¿Formularme estas preguntas sugiere que estoy pasando por una crisis existencial? No necesariamente. Es importante que tengamos claro qué es lo que nos hace feliz, para qué somos buenos y cuáles son aquellas cosas que son verdaderamente imprescindibles en nuestras vidas.
No es raro encontrarse con personas que se pasan la vida esperando ganar la lotería para ser felices, los que andan por ahí quejándose por todo, o el típico caso de los que trabajan para una empresa con la que no se sienten comprometidos, que tienen un empleo que no les gusta ni les motiva, que su único consuelo es que al final del mes recibirán un salario con el cual podrán satisfacer las necesidades propias y de su familia (aunque a veces sólo algunas). Y esto se vuelve rutinario ¡cíclico, para colmo de males!
Y si a ello le suman una vida solitaria que es resultado de su timidez, el universo o lo que sea que se hayan inventado; sienten que no compaginan con nadie, que son un espécimen extraño que vino a este mundo por error, pues nada de lo que hay en él les alegra, ni les complementa. ¡Amigos, estas personas sólo están existiendo!
Una de las cosas que he aprendido a lo largo de estos años, es que nadie, absolutamente nadie puede hacerte feliz, en tanto no lo seas con vos mismo o misma. Si suena extraño, te explico: si soy capaz de estar sola y disfrutar el tiempo conmigo misma, realizo actividades y cosas que me hacen sentir bien (consentirme, comer lo que me encanta, escuchar y hasta gritar coreando las canciones que me gustan, caminar, meditar, orar y por supuesto disfrutar de una buena lectura) entonces, cuando alguien aparece para ser parte de mi vida, viene a contribuir a mi felicidad y bienestar, no es que ahora dependa de él o ella, sino que lo incluye.
Ciertamente, estamos en un mundo en el que se cree que la felicidad está directamente relacionada con la cantidad de cosas o bienes materiales que se poseen (esto incluye una pareja extremadamente linda para exhibir cual trofeo y que nuestros amigos se mueran de envidia). Y ahí estamos, con el afán de conseguir “cosas bonitas”, exclusivas, para que según nosotros, nos hagan valer ante la gente de nuestro entorno y así nos aprecien y podamos permanecer. Sacamos dinero de donde no tenemos, trabajamos en un lugar que no nos gusta, aguantamos la bipolaridad de nuestro jefe porque pensamos que al final todo habrá valido la pena. Pero entonces te pregunto: ¿Dejamos de vivir y nos sacrificamos tanto para complacer a los demás y se supone que eso nos hará feliz?Si sueñas con viajar a Francia, trabajas, ahorras y lo consigues ¡eso es genial! Pero si lo haces para impresionar a alguien más ¿Al final quién disfrutará más del viaje?Yo no estoy en contra de que prosperes y que cumplas tus sueños, siempre y cuando cumplan esa condición: que sean ¡TUYOS!
Una vez un amigo que estimo mucho, me dijo algo muy valioso y te lo deseo compartir: “Para poder apreciar la verdadera belleza de la vida, hay que vivir ligero”.
¡Creo firmemente que de eso se trata! Disfrutar cada vez más y con mayor intensidad los detalles de la vida; apreciar y agradecer a Dios por darnos un día más, el presente, nuestra familia, nuestro trabajo, por permitirnos estar aquí, cumpliendo nuestra misión, ¡Su misión! Valorando todo lo que tenemos y de lo que no, ya Él se encargará, pues sólo Él sabe cuándo es el momento oportuno para cada cosa.
¿Cuántos estamos frustrados por no tener el auto deseado? ¿Cuántas mujeres abrumadas por el hijo que aún no ha llegado? ¿Cuántos estamos desesperados por el financiamiento que nunca se aprobó? ¿Cuántos le pedimos a Dios por la persona idónea y nos desilusionamos porque todavía no la hemos encontrado? ¿Cuántos estamos tristes por la llamada que no hemos recibido? ¿Cuantos esperamos ser perdonados?… En fin, todos esperamos algo y si no lo tenemos en nuestro tiempo, automáticamente le enviamos una carta de invitación a la desesperación, a la frustración y en el peor de los casos, al conformismo, para que vengan y vivan con nosotros.
Amigos, no se sufre por lo que no se tiene, preocupémonos si nos faltara Dios, Su gracia y Su misericordia. En Su palabra encontramos consuelo: ¡Busquémosle primero a Él y lo demás será añadido!
Entiendo que como seres humanos, podemos experimentar distintas emociones a lo largo del día, pero tenemos la capacidad para lidiar con ellas y el poder para elegir cuáles de estas emociones perdurará durante el mismo. Esa carta de invitación puede decirle a los sentimientos negativos por cuánto tiempo podrán permanecer con vos, finalmente es tu casa y como anfitrión decidís si se quedan o se van. Del mismo modo, tienes toda la autoridad del mundo para extender la estadía de la felicidad y el optimismo. Te animo para que los invites y que convivas con ellos, de tal manera que se vuelvan imprescindibles en tu vida, abrázalos fuerte, tan fuerte que jamás se quieran ir de tu lado. Que una mala acción, momentánea y fugaz, no interfiera en nuestro entusiasmo. Pregúntate:¿Cuántas veces alguien o algo me hizo sentir mal y por ello deje de vivir? ¿Habrá valido la pena?
Todos tenemos intereses y motivaciones distintas, depende de nosotros mismos y de nuestra actitud, alcanzar todo lo que nos hemos propuesto, pues si Dios está con nosotros la victoria ya es nuestra. Sigamos viviendo, creando, compartiendo, creyendo, enseñando, escuchando, ayudando, sonriendo y orando. ¡Amigos, sigamos adelante!
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