«IWD» es un fondo cuyas acciones se negocian en bolsa («ETF») Maneja activos cercanos a los nueve mil millones de dólares y está compuesto por 670 grandes empresas norteamericanas con parámetros de valorización favorables. Por su tamaño, compañías como Procter&Gamble, AT&T y Chevron son los principales integrantes, aunque los demás son de parecido calibre. Se transan diariamente cerca de un millón y medio de acciones, lo que debería asegurar una liquidez adecuada. El costo anual de manejo, de tan sólo 0.20%, lo hace aún más atractivo.
Cabe recordar que en Colombia, donde tradicionalmente hemos sufrido de tantas limitaciones para ensamblar portafolios – baja oferta de productos, altísimas comisiones y escasa difusión y cultura – tenemos desde hace un tiempo acceso a este tipo de instrumentos. Claro que a través de firmas como «Fidelity», por razones de competencia, algunos como «IWD» se negocian exentos de comisiones
Dentro del marco de incertidumbre propio a las inversiones en renta variable, se hubiese podido pensar que un instrumento de estas características no habría de generar nueva dosis de sobresaltos. Pero, dependiendo de las intenciones y fuerza de carácter del usuario, se comprobó hace uno meses que puede suceder lo contrario.
En efecto, en mayo 6 de este año, día del «flash-crash», sus acciones cayeron de $59 dólares a 8 centavos en cuestión de minutos. Quienes las poseían en el marco de una estrategia de largo plazo, probablemente ni se dieron cuenta, porque en cuestión de horas retomaron valorizaciones normales. Muy diferente ocurrió con los especuladores.
Como en esa actividad es de vital importancia limitar las pérdidas, muchos colocan órdenes de venta a precios preestablecidos. Apenas son alcanzados, el sistema está obligado a ejecutarlas al mejor precio disponible. En mercados normales, la estrategia es efectiva. Pero en medio de una crisis, pueden resultar transacciones a precios muy lejos de lo esperado. Esa tarde, entre las 2:40 y las 3.00, cerca de 230 «ETFs» (casi el 25% del total del mercado) cayeron por lo menos un 60%.
Sucedió igual con muchas acciones. Procter & Gamble cayó casi 37% durante un par de minutos. Accenture, que no hace parte del fondo, cayó a 4 centavos, después de cerrar a $42 dólares el día anterior. Otras, como Boston Beer, llegaron a negociarse a un solo centavo.
Las bolsas acordaron, en forma bastante arbitraria, anular sólo las operaciones con cambios superiores al 60%. Para «IWD», ese límite resultó siendo $23 dólares. En una de ésas pueden esfumarse ahorros de todo una vida. ¿Quién puede asegurar que en la próxima no suban el límite a 80%?
Cuando unos meses atrás fueron presentados en nuestra sociedad estos productos, resultó llamativo que los expositores no mencionaran este fenómeno. Claro que no cabían en la cabeza de nadie fluctuaciones de este orden.
El problema de fondo es que las bolsas de valores se han transformado en mecanismos bastante complejos. Funcionan hoy en día en los Estados Unidos sistemas de alta frecuencia (miden el tiempo en microsegundos, la millonésima parte de un segundo) que ejecutan cerca de dos terceras partes de las operaciones en acciones. Suelen ubicarse cerca de las grandes bolsas para ahorrarse milisegundos en el transporte de la información. Parte de su esfuerzo se encamina a buscar pequeñas anomalías aún no detectadas.
Compran acciones y las venden unas centésimas de segundo más tarde, con diferencias de unos pocos centavos. La ventaja, efímera, se inclina hacia el más rápido. Reaccionan instantáneamente cuando un índice se mueve más de la cuenta, generando órdenes susceptibles de afectar todo tipo de acciones (y convirtiéndose de paso en importante fuente de liquidez.) Tuvieron alto protagonismo en las caídas de mayo 6.
Al margen de doce bolsas donde se pueden negociar acciones, funcionan cerca de cuarenta redes electrónicas de información privada, cuya participación ha alcanzado cerca del 30% del mercado. En su misión de proteger el anonimato de sus clientes, procesan sus órdenes mediante complicados algoritmos para que no puedan ser descifradas.
Los fondos de cobertura cuantitativos, apoyados por especialistas en áreas tan disímiles como matemáticas aplicadas, física quántica y criptografía, tienen también gran incidencia. En la búsqueda de modelos verdaderamente predecibles y efímeras ineficiencias en diferentes mercados, realizan multitud de transacciones de muy corto plazo. En medio de la crisis, muchos operadores de alta frecuencia y firmas responsables de la liquidez de sus respectivas acciones, decidieron sencillamente apagar sus equipos, agravando el problema. Como sus modelos se basan en mercados funcionando en condiciones normales, la escasez de compradores hizo que los precios se volvieron totalmente inestables. El torrente de ventas no hizo sino generar más ventas, haciendo que los precios se apartaran enormemente de sus valores originales.
«La ironía es que los sistemas electrónicos,» (diseñados por iniciativa del mismo Congreso) «para ofrecer plataformas justas y libres de emociones, fueron incapaces de sostener precios justos y un mercado libre de emociones» durante la crisis.
Los «ETFs» se negocian en bolsas electrónicas. No fueron la causa, pero sí jugaron un papel importante. Vale la pena recordar que, al igual que los fondos tradicionales, continuamente emiten y redimen acciones. Pero la diferencia es que sólo lo hacen en lotes de 50.000 unidades, y en especie, mediante paquetes de las correspondientes acciones. El resto de las operaciones se llevan a cabo en el mercado secundario.
Cuando un «ETF» se negocia en bolsa por debajo del precio de sus acciones, inversionistas con mecanismos de alta frecuencia normalizan las cosas, obteniendo de paso importantes ganancias. Compran acciones baratas del fondo, como cualquiera de nosotros. Las redimen a través de esos lotes gigantes, a cambio de acciones que conforman el fondo. Solo les resta venderlas y calcular las ganancias. Claro, más les vale proceder rapidito.
En medio de la crisis, se produjo una venta masiva de «ETFs» por parte de especuladores que afectó todo el mercado. El 68% de las operaciones canceladas correspondió a «ETFs.» (En días normales representan el 25% de las acciones transadas) Es innegable el aporte de estos instrumentos en transparencia (se sabe en todo momento cómo están invertidos), bajos costos (inferiores aún a los de los fondos mutuos correspondientes) y eficiencia (muy baja rotación de inversiones.) Abren además todo tipo de puertas.
Pero también es cierto que despiertan en nosotros actitudes autodestructivas primarias, ampliamente reseñadas. John Bogle, el papá de los fondos indexados, escribió en 2007 que el sistema financiero creó a través de ellos «lobos disfrazados de ovejas». Pienso que se aplica a especuladores inexperimentados, ahorradores de largo plazo sin la madurez para afrontar situaciones difíciles e inversionistas empeñados en perseguir sectores calientes, actividad ésta en la cual a la larga siempre se sale perdiendo.
Como se informó ampliamente después de largas pesquisas, el «malo» de la película resultó siendo «Waddell & Reed», una respetable firma de fondos mutuos. Dentro de sus operaciones rutinarias de cobertura, procedió a vender un importante número de contratos relacionados con el S&P 500. Dictamen oficial: «Algoritmos de alta frecuencia aceleraron las ventas durante un mercado a la baja; ante la escasez de compradores, repercutieron finalmente en los mercados de acciones.»
Contratos ligados a ese mismo índice fueron protagonistas principales en el «lunes negro» de 1987 ¿Quién será el próximo?
Fuente:
ETF: ¿lobos disfrazados de ovejas?
http://www.portafolio.com.co/opinion/analisis/etf-lobos-disfrazados-de-ovejas_8343706-3