La vida en Wall Street se vuelve menos riesgosa

Morgan Stanley tiene casi cuatro millones de clientes de corretaje y miles de clientes corporativos e inversionistas, pero ellos ya no son la prioridad hoy en día.

«Tu cliente principal es el gobierno», dijo John J. Mack, presidente de Morgan Stanley entre 2005 y 2009, al presidente ejecutivo vigente James Gorman en una reciente conversación telefónica. Gorman, que ese día estaba de visita en Washington, asintió.

La crisis financiera no acabó con Morgan Stanley, aunque estuvo cerca. Esta experiencia cercana a la muerte significó la llegada a su vida del gobierno federal. Hay normas sobre capitales más estrictas, los reguladores merodean por las oficinas en busca posibles «bombas financieras» y Gorman llama a Washington antes de tomar decisiones importantes.

Otros bancos enfrentan el mismo escrutinio, pero en los cinco años desde el inicio de la crisis, Morgan Stanley se ha convertido en uno de los experimentos más observados en el mundo de las finanzas. Luego que la Reserva Federal ayudara a sanar sus heridas, la firma de valores de 77 años de antigüedad lleva a cabo una transformación extrema para dejar de lado las riesgosas apuestas que la caracterizaron antes de la crisis. El sector completo lidia con la misma pregunta: ¿Puede prosperar Wall Street en el marco de las nuevas y estrictas regulaciones?

Tanto por la fuerza como por elección propia, Morgan Stanley ha cambiado drásticamente su cultura y valores. Las negociaciones en busca de rápidas ganancias, que alguna vez fueron aclamadas como el futuro de la firma, han desaparecido o se han reducido. En su lugar, el banco de inversión se ha volcado a los negocios de corretaje minorista -comercialización de acciones y asesoría financiera a inversionistas comunes y corrientes-, un ámbito menos exclusivo y asociado más a menudo a nombres como Merrill Lynch y Schwab.

La transformación Morgan Stanley ha sido drástica. Los cinco principales ejecutivos que tenía la firma antes de la crisis financiera se han ido. Gorman, ex ejecutivo de Merrill Lynch & Co. y consultor de McKinsey & Co., se convirtió en presidente ejecutivo de Morgan Stanley en 2010 luego de estar en la firma solo cuatro años.

La firma también ha cambiado en formas menos notorias. Ahora existen 3.000 límites diferentes que restringen cosas como cuánto capital pueden arriesgar los operadores, frente a 30 normas antes de la crisis. Cerca de 50 reguladores gubernamentales de tiempo completo están apostados en Morgan Stanley. Antes de 2008 no había ninguno, ya que en ese entonces era regulada como una firma de corretaje en vez de banco. La mayoría de las transacciones de más de US$10 millones requieren la aprobación de un comité de riesgo y de Gorman.

«Hace a la vida mucho más simple», dice el presidente ejecutivo de 55 años en una entrevista reciente. Los corredores «saben exactamente el tamaño de la arenera en la que están jugando».

Una pequeña señal del cómo han cambiado las cosas se ve en el primer piso de la sede de Morgan Stanley en Times Square: una tienda de cigarros que era la favorita del ex presidente de la junta, Richard Fisher, se mudó en 2011 al no tener suficiente clientela. El espacio ahora está ocupado por una pastelería.

Hoy en día, la valuación de mercado de Morgan Stanley bordea US$53.000 millones, frente a casi US$90.000 millones a mediados de 2007. Su acción cerró a US$28 el martes, un gran descenso frente a los US$85 de 2007, aunque ha registrado un avance de cerca de 44% en lo que va del año.

Las transformaciones como las de Morgan Stanley están ocurriendo en todo Wall Street. Ninguna firma, con la posible excepción de Goldman Sachs Group Inc., se ve igual a como lucía antes de la crisis. Bank of America Corp. compró a Merrill en un matrimonio obligado, instigado por el gobierno federal. Citigroup Inc. ha tenido dificultades y vendido activos, y Sanford I. Weill, su ex presidente ejecutivo, ahora señala que vale la pena evaluar la reducción del tamaño de los grandes bancos a través de la escisión. Wells Fargo & Co. creció mediante la compra oportunista de Wachovia Corp., y J.P. Morgan Chase & Co. hizo lo mismo al adquirir Bear Stearns Cos., con un empujón del gobierno, y las operaciones bancarias de Washington Mutual Inc.

Durante la mayor parte de su historia, que data de 1935, Morgan Stanley tenía fama de ser uno de los principales asesores de las compañías líderes, lo cual le permitió escoger a su clientela y evitar riesgos excesivos. En la década del ochenta, la competencia se intensificó, y la firma respondió expandiendo sus operaciones de negociaciones. En 1997, Morgan Stanley se fusionó con Dean Witter, Discover & Co., agregado una gigantesca operación de corretaje minorista.

Tras el éxito inicial, en 2007 los operadores de la firma perdieron US$9.000 millones en una compleja operación hipotecaria. Un año después, llegó la crisis financiera. La quiebra del banco de inversiones Lehman Brothers Holdings Inc. en septiembre de 2008 llevó a muchos clientes de Morgan Stanley a retirar activos de la firma. El subsiguiente pánico sobre la solvencia provocó una fuerte caída de la acción. Para mantenerse a flote, necesitó el apoyo de la Reserva Federal, el Departamento del Tesoro y una inversión de emergencia del Mitsubishi UFJ Financial Group Inc. de Japón, que ahora tiene una participación de 22%.

Gorman ha pedido a los inversionistas tener paciencia mientras transforma Morgan Stanley. Durante los últimos tres años, su fuerza laboral mundial ha disminuido en 11,6%. El tamaño de su balance se ha contraído en un tercio desde la crisis de 2008, ha eliminado sus mesas de negociaciones con activos propios y ha reducido sus bases extranjeras en lugares como Rusia y Dubai. Operadores y otros empleados han partido en a fondos de cobertura y firmas de inversiones de capital privado.

«Estamos viendo como los grandes bancos internacionales, salvo nosotros y J.P. Morgan, están tomando pasos bastante sustanciales para alejarse del mercado, y eso no lo hemos visto nunca en toda la historia de la banca», dijo el presidente de Goldman, Gary Cohn, en abril.

Gorman dice que no le preocupan tales comentarios. «Todo lo que me importa es hacer lo que creemos es lo correcto para Morgan Stanley», señaló. «El hecho de que otros tomen un camino diferente no es relevante».

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La vida en Wall Street se vuelve menos riesgosa

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