El poder se codicia, se busca y, cuando se consigue, se mantiene a capa y espada. Sin embargo, la misma naturaleza del poder y sus efectos psicológicos usualmente convierte a los poderosos en personas solitarias.
A continuación, cinco maneras en las que el poder pervierte, corrompe y socava varios procesos psicológicos que normalmente forjan conexiones cercanas y son la base de relaciones saludables.
1. El poder altera nuestra percepción de la generosidad de otros: cuando alguien nos hace un favor, automáticamente, y frecuentemente sin darnos cuenta, buscamos una explicación para su comportamiento: ¿qué los motiva? Cuando la gente tiene poder, sabe que es blanco de los oportunistas, que usan palabras amables y actos aparentemente desinteresados, no por razones altruistas, sino para alcanzar sus objetivos egoístas.
Esta manera de pensar de los poderosos los conduce a sospechar con más frecuencia de la generosidad del prójimo.
2. El poder afecta la reacción a la bondad de otros: una de las respuestas básicas a la generosidad de otros es retribuir de la misma manera. La reciprocidad ha sido identificada como un componente clave de las relaciones y de hasta una sociedad estable. Sin embargo, sólo retribuimos favores que creemos fueron hechos para nuestro beneficio y no por motivos egoístas.
Las personas con poder son menos propensas a retribuir porque tienden a creer que los favores que reciben son motivados por intereses personales. De esta manera, los poderosos se convierten en arquitectos de su propia soledad
3. El poder reduce la confianza: se ha dicho que el amor hace girar al mundo, pero cuando hablamos de la calidad de nuestras relaciones con otros, sería más preciso decir que el motor de las relaciones sociales es la confianza.
Cuando confiamos en alguien, creemos que la persona actuará pensando en nuestro beneficio, incluso si no estamos ahí para supervisar su comportamiento. Pero la confianza no es algo que brota de la nada, se construye, a través, por ejemplo, del intercambio de vulnerabilidades.
Los poderosos, en cambio, temen corresponder con acciones que muestren su propia vulnerabilidad, acabando con la posibilidad de que se desarrolle una relación basada en la confianza.
4. El poder reduce el compromiso: la palabra compromiso, cuando se aplica a relaciones interpersonales, usualmente evoca imágenes de lazos románticos.
Les pedimos a parejas de casados que pensaran en un favor específico que hayan recibido de sus cónyuges, la posible motivación y luego informaran qué tan comprometidos estaban con la relación.
Al final del estudio, cada pareja indicó quién ganaba más dinero. Los participantes que reportaron un sueldo más alto que el de su pareja, y por ende tenían más poder en la relación, sospecharon más sobre las motivaciones del favor de su cónyuge y se declararon menos comprometidos con el matrimonio. El mismo hecho de ser poderoso hace que la gente se sienta menos conectada a otros, incluso a su pareja.
5. El poder daña las relaciones justo cuando tienen el mayor potencial de desarrollarse: según lo que hemos dicho anteriormente, hay una posibilidad de que las personas poderosas sean simplemente escépticas de otras. Pero según nuestros estudios, es justo cuando alguien intenta establecer una cercanía a través de actos generosos o favores no solicitados que el poder se interpone y planta un sentimiento de sospecha.
¿Qué se puede hacer al respecto? Un paso importante es ser consciente de los diferentes niveles y papeles que uno ocupa en la vida: jefe, colega, padre, amigo, y los diferentes estados psicológicos que ocupa en cada uno.
Trate de discernir verdaderamente de dónde proviene la generosidad, busque patrones para determinar si una persona es generalmente bondadosa u ofrece favores justo antes de pedirle algo.
Fuente:
Las razones que llevan a la soledad de los poderosos