Celebro la acogida que le ha dado el Ministro de Hacienda a nuestra propuesta liberal de desmontar el impuesto antitécnico del cuatro por mil, que en su origen fue de carácter transitorio y destinado específicamente a salvar a la banca de una gran crisis bajo el gobierno de Pastrana, pero que, lamentablemente, ha permanecido por su eficacia y fácil recaudo, pues genera anualmente más de 3,4 billones de pesos, dejando a nuestro país como el último dinosaurio de Latinoamérica con este tipo de impuesto indirecto regresivo.
Esperamos que el principal objetivo del Gobierno sea el de aliviarle las cargas tributarias al ciudadano del común, que se encuentra agobiado frente al panorama fiscal, porque si lo único que busca es aumentar la bancarización y, por ende, las utilidades del sector financiero no tiene razón de ser, ya que sin esta herramienta están generando más de nueve billones de pesos de utilidad anualmente y lo que necesitamos es el bienestar general.
Hoy, el sector financiero está desmedido, tiene las comisiones bancarias más altas del mundo y su costo de intermediación no tiene razón de ser, parece una rueda suelta sin control ni límites.
Aquí no prima el interés general, sino la rentabilidad, basta observar cómo un retiro de $20.000, de cualquier Servibanca o ATH, nos cuesta $6.900, es decir, el 34,5 por ciento de esta transacción que comparado con el costo del cuatro por mil de este mismo retiro, $80, es irrisorio.
Analicemos los siguientes costos: un retiro de cajero del mismo banco cuesta entre $900 y $3.200 de acuerdo con la entidad; el avance de cajero entre $3.439 y $7.000, independiente del interés que causa su crédito; un cheque de gerencia está entre $8.404 y $20.700; un cheque normal cuesta de $3.196 a $4.040 cada uno; las transferencias por Internet, de $2.390 a $5.500. Las cuotas de manejo para tarjetas de crédito tienen un costo de $39.500 a $44.000 y las de débito de $7.000 a $7.900. Los retiros de cuentas de ahorro por ventanilla, algunos bancos los cobran desde $2.500 a $4.500 y, si se hace con talonario, este adicionalmente tiene un valor de $4.400 a $10.500 cada volante.
Aclaro que los datos anteriores son de agosto del 2010 y son aportados por el Banco de la República, la Superintendencia Financiera y el Diario PORTAFOLIO. ¿Dónde está la Superfinanciera o los defensores del cliente que impidan semejantes atropellos?¿Quién controla este ciclón de costos? Así son perfectamente entendibles los billones de utilidades del sector que ocupan orgullosamente las primeras páginas de los diarios a final de año.
Si lo que estamos buscando es bancarizar a la mayor cantidad de colombianos no sólo es desmontando el cuatro por mil, sino llegar a un acuerdo con el sistema financiero, que es el real beneficiado, colocando tarifas razonables y justas, bajo la efectiva supervisión los entes competentes.
De lo contrario, la lectura de este desmonte es la de favorecer a un sector que no lo necesita, a costa de abrir un hueco mayor en el Presupuesto Nacional.
Por lo anterior, y ante todos los atropellos expuestos, he citado a debate al Ministro de Hacienda, al Superintendente Financiero y a la Presidenta de Asobancaria en la Comisión Tercera del Senado de la República, para lograr un equilibrio y un compromiso de las partes con el fin de que el desmonte del cuatro por mil traiga como consecuencia un control a los excesos de los costos que estamos soportando los usuarios indefensos, logrando, además, que la intermediación financiera baje, al igual que las tasas de interés, y que este sector tan rentable tenga quién lo ronde, de manera efectiva.
Fuente:
Le llegó la hora al cuatro por mil