Ojo con la burbuja

La semana pasada, el Índice General de la Bolsa de Valores de Colombia volvió a alcanzar un nuevo máximo histórico, al llegar a los 15.233 puntos. Debido a ello, el mercado de acciones del país se mantuvo en el grupo de los más atractivos del mundo, completando un alza del 35 por ciento en los últimos 12 meses. En la región, tan solo Chile tuvo un comportamiento ligeramente mejor en el mismo lapso, mientras que las plazas bursátiles de Lima, Ciudad de México o São Paulo registraron saltos mucho menores.

Semejante comportamiento ha hecho felices a decenas de miles de colombianos que tienen puestos parte de sus ahorros en acciones, sea como compradores directos o a través de los fondos de pensiones que invierten en tales títulos buena porción de sus recursos. Cada vez son más los casos de quienes logran hacer pequeñas o grandes fortunas al tomar riesgos y aprovechar una ola alcista que, a medida que pasan los días, tiene una cresta más notoria. Pero en medio de la euforia, no faltan las voces de los expertos que aconsejan tener cautela en un mercado que hace rato pulverizó los cálculos que los analistas realizaban meses atrás.

La situación es tan extrema que el Banco de la República ha señalado reiteradamente los peligros de que esté ocurriendo lo que en el lenguaje técnico se conoce como una inflación de activos y de manera coloquial como una burbuja especulativa. Muchos recuerdan la frase del ex banquero central estadounidense Alan Greenspan, quien habló de «exuberancia irracional» hace una década y media para describir un fenómeno similar en Wall Street. Eso, a primera vista, no tiene nada de malo. El problema es que si los aumentos de las cotizaciones no reflejan necesariamente la realidad de las empresas que están inscritas en la bolsa, se corre el riesgo de una corrección fuerte que puede dejar numerosos damnificados en el camino.

Dicho de otro modo, el precio de una acción depende de la rentabilidad de la compañía que la emite, de su patrimonio o de sus posibilidades de crecimiento, y en Colombia tales parámetros son más extremos que en otros mercados. En respuesta, no falta quien afirme que los estándares de valoración han cambiado en un mundo en el cual las economías emergentes son cada vez más dinámicas. Aun aceptando ese planteamiento, son varios los ejemplos de títulos que han saltado 25 por ciento o más en el espacio de pocas semanas, sin que la realidad objetiva de hoy sea muy diferente de la de ayer.

Como resultado, el valor total de las compañías negociadas en la BVC es hoy de 418 billones de pesos, 72 por ciento más que hace un año. Además, no hay que olvidar que la economía colombiana va relativamente bien, pero su crecimiento es inferior al promedio de América Latina y dista del de países en donde parece haber mayor moderación en las cotizaciones. Al tiempo que eso sucede, es imposible desconocer la aparente correlación entre la baja en el precio del dólar y los récords en la bolsa. Ante lo sucedido, hay evidencias de que tanto a través de caminos formales e informales se está alimentando un auge accionario, consistente en traer dinero barato de afuera para invertirlo en títulos, con lo cual quien lo hace tiene una doble rentabilidad. Gana por la subida en los precios y por la descolgada del tipo de cambio.

Todo lo anterior debería ser un campanazo para las autoridades, que deben no solo combatir las prácticas especulativas, sino también la revaluación del peso que tiene incidencia en el elevado desempleo. Mientras tanto, el público debería mirar con precaución la evolución de un mercado que ha subido como palma, pero puede caer como coco.

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Ojo con la burbuja

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