Estudios han descubierto distintos beneficios —y detrimentos— dependiendo de la hora del día y la duración. Además, el efecto de la siesta sobre diferentes personas está ligado a la edad y posiblemente la genética de cada uno.
«Las siestas de hecho son más complicadas de lo que pensamos», indicó David Dinges, científico del sueño de la Escuela de Medicina Perelman, de la Universidad de Pensilvania. «Hay que ser deliberado al decidir cuándo tomar una siesta, por cuánto tiempo y si se intenta usar la siesta en relación al trabajo (inmediato) o a (las tareas) que se vienen».
Un descanso breve en el sofá durante la tarde de domingo podría parecer la forma perfecta para que un adulto responsable se desconecte. Pero cuando un gran porcentaje de personas reportan no dormir lo suficiente, tomar más siestas, aunque cortas, podría generar una fuerza laboral más funcional, sostienen los investigadores.
Los expertos del sueño lo dividen en varias etapas, por las que el cerebro atraviesa en ciclos de entre 90 y 120 minutos. Esas etapas se caracterizan en términos generales como sueño de movimientos oculares no rápidos (NREM, por sus siglas en inglés) y sueño de movimientos oculares rápidos (REM). El NREM, a su vez, se divide en las etapas uno y dos, que se consideran sueño liviano e intermedio, seguidas del sueño de onda lenta. Despertarse de un sueño de onda lenta, el más profundo, produce lo que los expertos llaman inercia o borrachera del sueño: esa sensación grogui que puede tardar un rato en desaparecer. Finalmente, el REM se suele asociar con el acto de soñar.
Sara Mednick, profesora asistente de psicología de la Universidad de California en Riverside, indicó que las siestas más útiles dependen de lo que necesita cada individuo.
Para estar más alerta, expertos señalan que una siesta de 10 a 20 minutos es adecuada para volver a trabajar con rapidez.
Para procesar memoria cognitiva, sin embargo, una siesta de 60 minutos podría ser más beneficiosa, indicó Mednick. El sueño de onda lenta ayuda a recordar datos, lugares y rostros. La desventaja: uno se despierta con sensación de adormecimiento.
Finalmente, la siesta de 90 minutos probablemente involucre un ciclo de sueño completo, que ayuda a la creatividad y la memoria emocional y de procedimiento. Despertarse tras un sueño REM suele significar un inercia mínima del sueño, indicó Mednick.
Los expertos sostienen que la hora ideal para tomar una siesta suele ser entre la una y las cuatro de la tarde. Una siesta más tarde podría interferir con el sueño nocturno.
Leon Lack, profesor de psicología de la Universidad Flinders, en Australia, descubrió en un estudio de 2006 que entre las siestas más cortas, las de 10 minutos eran las más efectivas.
El estudio comparó siestas de entre 30 segundos y 30 minutos, haciendo pruebas con 24 participantes en cada uno de varios intervalos. Luego de cada siesta, los individuos eran evaluados según una variedad de tareas de agilidad mental. La agudeza de los que habían tomado siestas de 10 minutos fue evidente «inmediatamente», indicó Lack, y siguió siéndolo durante alrededor de dos horas y media.
Quienes durmieron siestas de 20 y 30 minutos tendieron a sentirse adormecidos por unos 30 minutos luego de despertarse. Después, mostraron una agudeza mental similar a la que los investigadores encontraron en los que durmieron 10 minutos. En este grupo, la agudeza duró un poco más.
Jonathan Brandl es un consultor del estado de Massachusetts que trabaja desde su casa. Se levanta a las cinco de la mañana para ir al gimnasio. Alrededor de las dos de la tarde, ya siente que tiene que recargar baterías. Su solución es una rápida siesta en un cómodo sillón. Su truco para despertarse consiste en sostener un lápiz o bolígrafo en su mano, que suele caerse sobre su regazo a los 10 o 15 minutos, despertándolo.
«Después de la siesta me siento totalmente renovado y luego sigo con energía hasta el final del día», afirmó Brandl, de 56 años.
Aunque tomar una siesta en el trabajo sigue siendo un tabú, expertos afirman que una mayor evidencia científica sobre sus beneficios ha llevado a algunos empleadores a aceptar la práctica.
Christopher Lindholst, presidente ejecutivo y cofundador de MetroNaps, ha instalado en las oficinas de Google, la publicación en línea Huffington Post y el equipo de béisbol Arizona Diamonbacks cápsulas especialmente diseñadas para dormir. Cada unidad tiene un precio minorista de entre US$8.995 y US$12.985.
La siesta de 60 minutos quizás no sea tan bien aceptada en la mayoría de los trabajos, pero tiene sus ventajas. En un estudio de 2012 de la publicación Neurobiology of Learning and Memory, los investigadores dividieron 36 estudiantes universitarios en tres grupos. Cada grupo aprendió una tarea de memoria, asociando palabras en una pantalla con un sonido. Luego, un grupo tuvo una siesta de 60 minutos, otro de 10 minutos y el tercero no durmió.
Al volver a evaluarlos, los grupos que tomaron siestas tuvieron un desempeño mucho mejor, como era de esperarse, indicó Sara Alger, principal autora del estudio e investigadora asociada de doctorado de la Universidad de Notre Dame.
Más interesante, señaló, fue que al realizar más pruebas, incluso una semana más tarde, el grupo que durmió 60 minutos tuvo un desempeño mucho mejor que el grupo que descansó 10 minutos, que en esta etapa tuvo un rendimiento tan pobre como el del grupo que no durmió. Los investigadores concluyeron que el sueño de onda lenta —experimentado sólo por los que durmieron 60 minutos— es necesario para consolidar la memoria.
Los investigadores siguen explorando por qué algunas personas no parecen beneficiarse de una siesta. Mednick dijo que estudios en desarrollo buscan potenciales diferencias genéticas entre los que suelen echarse una siesta y los que no.
Kimberly Coye, profesora de psicología y neurociencia de la Universidad Brock en St. Catharines, Canadá, sostuvo que las personas que no suelen tomar siestas pasan a las etapas profundas del sueño con más rapidez que quienes están acostumbrados a las siestas. Estudios mostraron a través de un monitoreo de ondas cerebrales que quienes duermen siestas con regularidad logran mantener un sueño liviano en este tipo de descanso y muestran una mayor mejoría en su desempeño que quienes no duermen la siesta.
Fuente:
Para la siesta perfecta, una dosis de arte y ciencia