Remando de la isla a la integración

Mucho se ha dicho sobre el TLC con EEUU, su interminable negociación y su esquiva aprobación. El tema parece aún más escurridizo ahora que el gigante norteamericano enfrenta retos internos más urgentes: una economía que no consolida su recuperación sumado a una profunda crisis de gobernabilidad en torno al tema fiscal. Es obvio que esto más que un problema económico es un problema político, y evidencia la terrible incapacidad del Presidente para asegurar el apoyo que necesita del Congreso. Al fin y al cabo, lo que se está decidiendo no es el techo de la deuda pública, sino la probabilidad de reelección de Obama -pero esto es tema de otra columna-. Volviendo al TLC, uno de sus principales objetivos es facilitar el intercambio comercial para jalonar el crecimiento y reducir el desempleo. Otros beneficios incluyen mejoras en política económica y estabilidad en las reglas del juego, fortaleciendo la transparencia y fomentando la inversión extranjera. 

 Sin embargo, un beneficio no tan evidente es el vínculo estrecho entre el acercamiento comercial y la profundización de los mercados de capitales que resulta de la mayor competencia: mi tema de hoy. Aunque el TLC nos sigue haciendo el “ole”, afortunadamente contamos con acuerdos comerciales con otros países y regiones. Porque si algo nos enseñó la crisis del 2008 no fue que los excesos (en apalancamiento, confianza, desregulación y creatividad financiera) son malos, como sí ocurrió en el resto del mundo; nosotros lo que aprendimos es que depender de un socio comercial puede ser altamente riesgoso; más aún, cuando ese socio es “comandado” por quien prefiere que a la economía y al mercado los regule la mano invisible del “Libertador!” Lo irónico es que nos hizo más daño la pelea con el vecino que la crisis financiera mundial y entendimos que la economía Colombiana era una isla, tan blindada, que una de las peores crisis de la historia casi no nos hace ni cosquillas, y que necesitábamos diversificar nuestro portafolio de socios comerciales para nunca más quedarnos a merced de los arrebatos de un gobernante de turno.

 La estrecha relación entre la integración comercial y el desarrollo de los mercados de capitales se fundamenta en un concepto económico básico: las ventajas comparativas individuales deben traducirse en ventajas competitivas, capaces de generar cadenas de valor cada vez más atractivas. Lo que ocurre es que en escenarios de alta competencia, las empresas locales deben buscar oportunidades de crecimiento orgánico e inorgánico, impulsando el uso de nuevas fuentes de financiamiento no tradicionales, promoviendo el intercambio de flujos financieros. Se entra entonces en un círculo virtuoso, donde para financiar planes de inversión más agresivos se moviliza el ahorro más allá de las fronteras nacionales, incentivando la inversión. Así, la necesidad de supervivencia presiona la transformación de las culturas empresariales, creando un ambiente ideal para la internacionalización de la banca de inversión.

 A principios del año mencionaba que las perspectivas para las compañías colombianas eran muy positivas, y que en la medida en que fueran superando la “tara” que les dejó la crisis de los 90s, iban a hacer uso de sus sólidos balances para apalancarse o ajustar sus estructuras de capital de acuerdo a los retos que trae consigo la mayor competencia. Tradicionalmente, las compañías locales se mostraban reacias a emitir acciones y/o bonos. Resultado de esta apatía es la escasa profundización/liquidez, y estructuras financieras precarias, con un sesgo corto-placista. 

 Por esto, al hablar de cambios en las estructuras de capital, me cubría la espalda diciendo que “esto no ocurre de la noche a la mañana”. Nunca se me pasó la cabeza que estuviera a punto de presenciar una revolución en el mercado de capitales colombiano. Cada día más compañías se apalancan de diversas formas o preparan un IPO/follow-on para financiar su CAPEX o billonarias adquisiciones. El caso más reciente es tal vez el más impactante: Grupo Sura adquiriendo por USD 3.8 billones los activos pensionales y de seguros de ING en Latinoamérica, transacción que los consolidará como gran jugador en el sector pensional de la región. El financiamiento de esta operación contempla líneas de crédito, la emisión de acciones y alianzas con fondos de inversión extranjeros.

 Sin lugar a dudas, una Colombia más integrada está acelerando el proceso de sofisticación financiera de las compañías locales y la profundización del mercado de capitales, trayendo consigo la deseada innovación e ingeniería financiera. En Corredores Asociados consideramos que esta es una espectacular oportunidad para el sector. Sin embargo, como el “free lunch” no existe, la integración nos hace más vulnerables a los vaivenes del ciclo económico mundial. Por lo tanto, eso de ser una isla quedó en el pasado…   

Fuente:

Remando de la isla a la integración

Por: Ángela Hernández – Directora de Investigaciones Económicas