Nos encontramos en una nueva época, con el crecimiento del mundo pasando de occidente a oriente y de norte a sur. Los parámetros de inversión y de riesgo van a ser totalmente diferentes y hay que estar preparados para ello.
En los dos últimos años se han roto varios paradigmas sobre los mercados financieros que todos los inversionistas tomábamos como escritos en piedra. Voy a intentar desarrollar en esta columna cuáles son y los motivos para su desaparición.
El primero: las inversiones en mercados de bonos son muy seguras, estables y es difícil perder dinero con ellas. Aparte del riesgo de repago de principal, que el año 2008 nos recordó que hay que tener presente, hay un segundo riesgo que son las fluctuaciones de los tipos de interés. Llevamos dos años de subida continuada de los precios de los bonos en todos los mercados, tanto gubernamentales como corporativos, de alta calidad y de alto rendimiento. Los gobiernos y las empresas están aprovechando para emitir deuda a largo plazo, al estar los tipos de interés en mínimos de las últimas décadas. Con el precio del dinero de corto plazo a prácticamente cero en los países desarrollados, y los bonos a largo plazo (10Y) pagando tan solo un 2,5%, el riesgo de una bajada en los precios de estos bonos es considerable. Casi con seguridad, aquellos inversionistas que estén comprando bonos con vencimientos superiores a cinco años, en este momento van a ver sus inversiones en negativo a lo largo del próximo decenio. Los gobiernos están muy endeudados y tendrán que pagar más por colocar sus bonos a futuro (haciendo menos atractivos los emitidos actualmente).
El segundo paradigma que se está rompiendo es la seguridad de inversión en bolsa en el largo plazo. Siempre se decía que en cualquier inversión en acciones, si se dejaban en cartera por un periodo largo y eran de buena calidad, se ganaría dinero. Por primera vez, en 2010 se vio que aquellos que invirtieron hace diez años en el índice S&P 500 americano han tenido un rendimiento absoluto negativo, incluyendo dividendos. Estamos en una nueva era en donde las inversiones de «comprar y dejarlas que maduren» ya no funciona. Es muy posible que estemos entrando en un periodo de movimientos laterales de los índices accionarios en los países desarrollados. Hay muchos más mercados en los cuales invertir y los países tendrán que competir fuertemente por atraer y mantener el capital. Los mercados emergentes van a jugar un papel primordial por las crecientes clases medias con capacidad de consumo que impulsaran su crecimiento. Es por ello que la inversión pasiva e indexada no será tan eficiente, sin embargo, si se aprovechan las oportunidades de caídas para comprar, y se sabe vender a tiempo, se podrán obtener retornos atractivos. Por supuesto, siempre que se trate de empresas y sectores de alta calidad.
El último cambio importante está en el factor de riesgo de los mercados. A lo largo del siglo XX, los mercados más seguros eran los desarrollados, con información fiable, balanzas públicas saneadas y sistemas financieros sólidos. La crisis vivida en 2008 nos demostró lo contrario: los mercados más seguros han sido los de los llamados países emergentes o en desarrollo. Los motivos de este cambio son varios, si bien el principal es debido a las reformas que tuvieron que hacer estos últimos en la década de los 90 y principios de este siglo, después de las grandes crisis que sufrieron. Las mismas llevaron a sanear sus finanzas públicas después del Tequilazo, el problema de las crisis brasileñas y rusas y las grandes devaluaciones en el sudeste asiático de 1997 y 1998. Hubo una reforma importantísima de sus economías, tuvieron que sufrir caídas considerables de sus PIB, y pérdida de poder adquisitivo de sus ciudadanos. Sin embargo, salieron mucho más fortalecidos, menos endeudados y, sobre todo, con la lección aprendida: construyeron unos niveles de reservas aceptables que les ayudaron a afrontar mucho mejor el temporal. Las inversiones de instituciones financieras internacionales en sus economías internas produjeron una mejora clara de sus controles de riesgo, transparencia y rentabilidad. Este último punto, por curioso que parezca, ha sido un salvavidas importante para muchos bancos con presencia en países en desarrollo, que han sido menos golpeados gracias a su diversificación en zonas de alto crecimiento, y por mantenerse fuera de la avalancha nociva de los efectos de las hipotecas basura.
Nos encontramos en una nueva época, con el crecimiento del mundo pasando de occidente a oriente y de norte a sur. Los parámetros de inversión y de riesgo van a ser totalmente diferentes y hay que estar preparados para ello. Más que nunca, la prudencia y, sobre todo, la flexibilidad y agilidad en la toma de decisiones van a ser los factores de éxito que diferenciarán a los buenos gestores de inversiones del resto.
Fuente:
SANTIAGO ULLOA