Si EE. UU. pierde el triple A

El riesgo político es un componente importante en la calificación crediticia.

Los analistas de Standard and Poor’s, Moody’s y Fitch deberán indicar en los próximos días o semanas si, en vista de las medidas adoptadas por el Congreso de Estados Unidos el martes pasado sobre el techo de su deuda, este país permanece entre los prestatarios más confiables del mundo.

El episodio de techo de deuda en EE. UU. evidenció que las divisiones políticas pueden poner en riesgo su calidad crediticia. El acuerdo aprobado en medio de estas divisiones, podría no satisfacer a las agencias calificadoras haciendo que una reducción en la calificación AAA de este país sea muy probable.

El riesgo político es un componente importante en la calificación crediticia. Colombia tardó en recuperar el grado de inversión, en parte por los problemas de seguridad, que aumentaban el riesgo de inestabilidad política. Venezuela tiene un nivel de deuda pública similar al de Colombia y su capacidad de pago es alta por los elevados precios del petróleo, pero sus calificaciones son bajas (S&P en BB- y Moody’s en B2, 3 y 5 niveles por debajo de Colombia, respectivamente) debido a la alta probabilidad de que Chávez, en una decisión política, se rehuse a pagar la deuda externa del país, como lo hizo el presidente Rafael Correa de Ecuador en el 2008.

De esta forma, la calificación crediticia no solamente recoge la capacidad de pago, que sigue siendo muy elevada en EE. UU., sino otros factores como el político.

Este último es un obstáculo bajo las condiciones actuales en EE. UU. y podría justificar una rebaja de calificación.

No obstante, el deterioro fiscal de ese país ha sido tan agudo en estos años, que una reducción en su calificación ratificaría lo que los mercados han incorporado en las mayores primas de riesgo crediticio de EE. UU.

Por esta razón, no esperamos que una rebaja de calificación cause trastornos severos en los mercados.

El impacto inicial podría ser de mayor volatilidad, debilidad del dólar, aumentos en las tasas de los Tesoros y en los spreads de crédito, y caídas en las bolsas, pero estas reacciones serían de corta duración.

Cuando Moody’s redujo la calificación triple A de Japón en mayo del 2009, el impacto sobre las tasas de los bonos soberanos de 10 años fue moderado e incluso cayeron en los siguientes meses, en parte reflejando factores fundamentales asociados a bajas expectativas de crecimiento y de inflación en el mediano plazo. En EE. UU., desde que se tocó el techo de endeudamiento en mayo, las tasas de los Tesoros de 10 años han caído en medio de las tensas negociaciones en el Congreso.

Considerando que el mercado de Tesoros es el más líquido en el mundo, que cuenta con una política monetaria altamente creíble, y que la calidad crediticia es muy alta, los inversionistas tienen pocas alternativas al decidir su exposición a títulos soberanos.

Los Tesoros representan 28 por ciento del total de títulos de Gobierno en el mundo, y esta participación aumenta a 79 por ciento al incluir a Japón y a la zona euro, los otros mercados grandes, pero de economías con peores perspectivas fiscales. Luego están el de China (4,1 por ciento del total), cuya disponibilidad para extranjeros es muy restringida por las autoridades, y el del Reino Unido, con tan sólo 3,5 por ciento del total.

Ante la falta de alternativas, una reducción de la calificación de EE. UU. no debería producir una recomposición masiva de portafolios a otros títulos soberanos.

Un factor que podría producir aumentos de corto plazo en las tasas de los Tesoros es el de políticas de inversión de distintos tipos de instituciones. Aquellas que tengan límites máximos de exposición a títulos triple A tendrían que reducir sus tenencias de Tesoros, pero creemos que los inversionistas más representativos tendrán flexibilidad y no se verán obligados a realizar ventas masivas de estos.

Las políticas de inversión de fondos de mercado monetario en EE. UU. no tienen requerimientos de calificación para Tesoros; solamente se especifica que sean “deuda del Gobierno”.

Además, las recientes reformas financieras exigen que estos fondos hagan menor uso de calificaciones externas.

Por su parte, la industria de fondos mutuos ha manifestado su intención de presentar cambios a sus juntas directivas para permitir flexibilidad en la exposición a títulos con calificaciones inferiores a AAA.

En la industria aseguradora, la asociación de reguladores estatales redujo los requerimientos de capital que se debían mantener frente a tenencias de ciertos activos como titularizaciones hipotecarias.

Algo similar se podría aplicar para evitar que aumenten los requerimientos de capital frente a Bonos del Tesoro. Igualmente, el capital regulatorio para el sector bancario no se afectará, pues la ponderación de riesgo asociada a los Tesoros no está ligada a su calificación.

Lo anterior reduce el riesgo de que aseguradoras o bancos se vean forzados a reducir su exposición a Tesoros.

El mercado repo (préstamos de corto plazo colateralizados) se verá afectado, pues los Tesoros son los títulos más usados como colateral. Ante un mayor riesgo crediticio (menor calificación), el costo de estos préstamos subirá debido a intereses más altos o a una cantidad superior requerida como colateral. Esto se transmitirá a otras tasas de interés en la economía, encareciendo el crédito y perjudicando la débil recuperación.

Efectos de largo plazo

1. Aumento permanente en las tasas de interés de los Tesoros.

Puesto que estos títulos son referencia para prácticamente todo tipo de crédito, el aumento se transmitiría al resto de tasas de interés de la economía, generando un lastre para el crecimiento.

2. Incremento en la salida de flujos de capital por el alza en pagos de intereses, ya que una alta proporción de bonos estadounidenses está en poder de inversionistas internacionales (57 por ciento del PIB).

3. La reducción en la exposición al dólar por parte de inversionistas extranjeros (especialmente los bancos centrales) podría intensificarse, causando mayor debilidad estructural de esa moneda y una caída en la financiación extranjera de entidades estadounidenses, la cual es significativa. La mayor necesidad de financiación interna deberá reflejarse en un aumento en la tasa de ahorro doméstica, generando otro lastre para el crecimiento.

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